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(Roberto Carlos)
Tatiana Mizuno es una mujer de maneras delicadas y algo tímida. Con sus uno sesenta de estatura y su cuerpo menudo, a sus 36 años de edad se convirtió ayer en la primera mujer operaria del sistema masivo de transporte Transmetro.
Contrario a lo que el común de las personas podría pensar, no necesariamente se necesita de fortaleza física y un cuerpo robusto para ponerse frente al volante de estos buses,tal como lo demuestra Mizuno, que a grandes rasgos se aleja del estereotipo arraigado en el imaginario popular.
Tatiana es una mujer comprometida con su oficio y asegura que tanto entre los usuarios como sus compañeros de labores despierta respeto y ha recibido hasta el momento el mejor de los tratos.
Ella misma asegura que desde el arranque del Sistema en Barranquilla, se hizo el propósito de convertirse en uno de sus operarios y hoy, luego de vincularse a Metrocaribe y de trasegar por un largo proceso que duró 6 meses exactos, asistiendo a cursos, capacitaciones en seguridad vial, operación y conocimiento de los vehículos del Sistema, normatividad, mecánica básica, informática, relaciones humanas y atención al cliente, alcanzó a graduarse como Técnico Operador de Transporte Terrestre por Competencias Laborales con énfasis en Transporte Masivo. Así de largo como suena el título obtenido, fueron sus prevenciones y el temor que sentía al inicio de esta meta, por los obvios prejuicios.
Este es otro de los logros en cuanto a inclusión y equidad laboral, síntoma de una nueva mentalidad global que cada día reconoce más a la mujer y su competitividad dentro de la sociedad.
En Bogotá, 68 mujeres son conductoras en el sistema Transmilenio, 58 conducen buses articulados y el resto se ocupan de rutas alimentadoras, esto nos arroja un claro mensaje de cómo la mujer se ha venido involucrando en el mercado de la competitividad laboral, por encima de todos los tabúes.
Mizuno aprendió a conducir en un Renault 12 propiedad de su exmarido y en ese mismo instante que probó el vértigo que le produjo estar al frente del volante, sintió algo especial y es por eso que a pesar de sus estudios de secretariado, de inglés, el llamado de las carreteras siempre ha sido más fuerte, es algo que ella asegura que disfruta, que le produce placer.
“Esto es lo mío, no me veo haciendo otra cosa. Ahora quisiera comenzar con un articulado, es algo que me he propuesto como meta”.
Tatiana vive en el barrio Boston, es separada y comparte la casa con su madre y sus tres hijos; Luis Alejandro de 18 años, Gabriela de 14 y Ángel de 7. Como cabeza de hogar se ha convertido para sus hijos en padre y madre y justamente a la hora de estar frente al volante piensa en ellos, y conduce con ese mismo cuidado como si transportara a sus tesoros como ella los llama.
Ella viene de una familia aguerrida, su abuelo un japonés que al terminar la segunda guerra mundial se vino en busca de las aguas termales de Usiacurí, tal como lo hizo el poeta Julio Flórez, terminó enamorado de una lugareña y gracias a esa extraña voltereta del destino, hoy, transita por las calles de Barranquilla tras el volante de un alimentador de Transmetro gozando del placer que le produce ir rodando en la carretera, como una película en constante movimiento, percibiendo los paisajes que le regala el asfalto y sus historias incógnitas.
Al dar este importante paso, no olvida que hoy, es sinónimo de ejemplo, de esperanza, para las demás mujeres que quieran seguir este camino.
Pero yo voy con cuidado, no me arriesgo en marcha suelta.
carlos.polo@elheraldo.com.co