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EN LA PAZ DEL SEÑOR DESCANCE QUIEN SE QUEDO EN BARRANQUILLA PARA SIEMPRE EN LAS ENTRAÑAS DE SU TIERRA. GRACIAS POR SUS CANCIONES ALUSIVAS A LA TIERRA BARRANQUILLERA. ¡GRACIAS JOE........!¡PAZ EN SU TUMBA.... !.

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Barranquilla Weather Forecast, Colombia

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QUMRÁN.arenosa Bienvenido.Barranquilla se convirtió en el refugio predilecto para judíos, alemanes, polacos e italianos, adicionalmente, por los conflictos en el Medio Oriente.En la ciudad también habitan muchos venidos de Arabia Saudita, Turquía y Líbano. La última masa migratoria ha sido desde China. Del sur del país, en la ciudad viven muchos santaderenos y antioqueños---- Hay cinco carnavales con la categoria de Patrimonio de la Humanidad en el mundo, los de Oruro (Bolivia), Barranquilla (Colombia), Binche (Bélgica), Drametse (Bután) Makishi (Zambia) y San Juan de pasto (Colombia)..¡.Brindo un previo homenaje a la ciudad que me vio nacer y crecer, por sus 198 años de historia desde el 7 de Abril de 1813. Dios Bendiga y continué prosperando a sus hijos(as) tanto naturales como adoptivos en todas las colonias. o domesticas o foráneas. Somos una amalgama étnica cultural, con una identidad común, ser barranquilleros. Somos una fuente de información con formato y estilo diferente
¡Bienvenido a Barranquilla la cuarta ciudad del país,con más de 30.000 hectáreas cuadradas en el casco urbano . su nombre original fue barrancas de san nicolas. Es una de las ciudades más jovenes y cosmopolítas de Colombia.Tiene uno de los sectores residenciales màs grande y elegante de Colombia llamado El Prado.El cementerio màs grande de la patria llamado Cementario Catòlico Calancala el cual separa a los barrios de San Felipe, Los Pinos,Lucero y Chiquinquira. * Cuna de la aviación civil en Colombia. * Primera ciudad en transporte marítimo y fluvial. * Recibe el primer teléfono en Colombia. * Crea el primer puerto en el país. * Crea la primera compañía de servicios públicos (Telefonía). * El muelle de Puerto Colombia fue el segundo más largo del mundo en su época. * Se crea el primer hotel turístico en Latinoamérica (Hotel del Prado).

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Barranquilla y sus atributos

Decía en este espacio la semana pasada, en la primera parte de este texto, que a pesar de nuestra visión con frecuencia pesimista de la ciudad, Barranquilla está llena de atributos buenos que merecen ser preservados. No podemos sacrificar todo en el altar del cambio y la transformación.
Existen valores, algunos intangibles como nuestro patrimonio cultural, pero otros que se pueden tasar y medir en términos de calidad de vida, que debemos reconocer y proteger para no alterar para siempre y para mal el alma de la ciudad. Barranquilla, por su puerto, por su ubicación frente al Caribe, por su apertura a inmigrantes de todas partes del mundo, es, más aún que otras ciudades, una comunidad que se forma de las influencias que nos llegan de todos lados, tanto las buenas como las malas. Nuestra gastronomía, por ejemplo, se enriqueció de las delicias árabes de nuestros ancestros; y hoy se empobrece con los productos de mala nutrición y peor sabor que nos importan las cadenas norteamericanas.
La ciudad no cuenta con plazas públicas que cumplan de verdad la función de ser sus ‘centros’, por los cuales pasen sus habitantes y crucen miradas a través de diferencias de estrato, pensamiento, vestido, e ideología. Esos espacios fueron usurpados —malignamente, me parece— por los centros comerciales. De la misma manera, tampoco estamos cuidando el centro, no geográfico, sino espiritual, de la ciudad. Por eso somos, de más de una manera, una ciudad sin centro. Una ciudad excéntrica.
Y por tanto, a pesar de sus ventajas y su belleza, una ciudad con un cierto complejo de inferioridad que la hace vulnerable a modas, charlatanes y “expertos” de acuñación local o extranjera. ¿De verdad necesitamos para sentirnos modernos y prósperos, por ejemplo, autopistas de ocho carriles atravesando la ciudad? ¿Una ciudad diseñada más para automóviles que para personas? Una parte de la comunidad, que siempre ha vivido con un pie en Miami y otro en Barranquilla, parece creer que la modernidad radica en parecernos a urbes que el tiempo va demostrando que cada vez son más agresivas para sus habitantes. Cambios de ese estilo, que se acomodan a lo que nuestro complejo de inferioridad nos indica que debe ser una ciudad, transformarían a Barranquilla en una urbe muy diferente y menos agradable que la que está atrayendo a tanta gente por estos días. No se trata de ir en contra del progreso, sino de conservar el estilo de ciudad que ha hecho de Barranquilla una solución de calidad de vida para muchas personas que la prefieren a la congestión, la contaminación y el ajetreo de nuestras demás capitales.
Somos un pueblo que estuvo en estado de coma por un número alarmante de décadas y que ahora se despierta en pleno siglo XXI, con una infraestructura en su senectud y enfrentada a un aluvión de cambios y desafíos que no dan espera. En la prisa por transformarnos corremos el riesgo de dejar olvidada el alma amable y agradable de esta ciudad. En los largos años de nuestro letargo, precisamente porque no se exigió mucho de ella, esa alma pudo dormir tranquila, sin riesgo de ser suplantada durante el sueño por otra que no nos pertenecía. Ahora que estamos —por fin— entrando en un nuevo siglo de apertura y de cambios, en un círculo virtuoso que nos parecía inalcanzable, es cuando más tenemos que defenderla y encontrar la fortaleza que nos permita encarar el vendaval de la modernidad y decirnos: “Estas son las cosas que queremos salvar; las que vamos a amarrar para que no se las lleve el viento”.
Código abierto
Thierry Ways

Barranquilla está de moda

La mayoría de las personas con las que estudié el bachillerato no viven hoy en Barranquilla. Casi todas escogieron estudiar en universidades fuera de la ciudad; y las demás poco a poco fueron migrando a vidas profesionales en otros lados. A las generaciones que vinieron antes y después de la mía no les pasó lo mismo en la misma medida, ya que fue a nosotros a quienes la crisis de finales de los 90 nos coincidió con el momento en el que entrábamos al mundo laboral.
Cuento lo anterior porque recientemente he visto algo que a los de esta “generación perdida” (como la llama un amigo, que observó que en la reunión de exalumnos que organizó el colegio hace unos años los de nuestra edad eran los menos representados) nos parecía imposible: la migración parece haberse detenido y de repente la gente quiere venir, o volver, a Barranquilla.
Lo noté por primera vez el año pasado, cuando una pareja de amigos de Bogotá me contaban que renunciaban a sus empleos en la capital y se mudaban a nuestra ciudad por razones de calidad de vida: menos estrés y contaminación, y menos horas desperdiciadas en embotellamientos de automóviles. Luego, en los últimos meses, me he sorprendido de conocer cada vez más casos de personas —sobre todo de Bogotá, pero también de Antioquia y los Santanderes— que han escogido a Barranquilla como su nueva casa.
Ese cambio de tendencia no puede ser accidental y tiene que obedecer a alguna explicación. Pero hasta ahora Barranquilla no había ofrecido ni más, ni mejores oportunidades de trabajo que otras capitales del país; otros tienen que ser los motivos que atraen a los inmigrantes. Algunos, como mis conocidos bogotanos, lo hacen porque esperan tener aquí una vida más sana. Otros prevén —con razón— que la ciudad está a punto de convertirse en el epicentro de los cambios económicos que resultarán del tratado de libre comercio con Estados Unidos y buscan, estratégicamente, conseguir un buen puesto en la mesa. Otros están hastiados de las ineficiencias de la vida en las ciudades más grandes —costos de transporte y estacionamiento, trancones, horas perdidas en desplazamientos— y han preferido sacrificar sus puestos mejor pagados, y algunas ventajas en educación y vida cultural, por una vida a escala más humana.
Cualesquiera que sean los motivos, Barranquilla está de moda, ha vuelto a ser atractiva para colombianos y extranjeros, y la ciudad —o sea, todos nosotros— tiene que reflexionar sobre el tipo de modernidad que quiere tener.
Hablamos mucho sobre nuestros problemas de infraestructura, sobre la necesidad de ampliar vías y corregir nuestros vergonzosos arroyos; y todo eso es bueno y necesario. Pero mientas seguimos discutiendo nuestras manidas carencias, el siglo XXI nos ha caído encima con procesos y oportunidades que no dan espera.
Acostumbrados, como lo estamos, a quejarnos de todo en la ciudad —y, tristemente, a quejarnos en lugar de exigir cambios de nuestros gobernantes, o al menos modificar en nosotros mismos las dejadeces más flagrantes de nuestro comportamiento— nos olvidamos que, también, la ciudad tienen cosas agradables, factores que personas de afuera sí están viendo y apreciando. El reto de nuestra modernidad es el de no permitir que el vendaval de cambios que se aproxima —que serán, muchos de ellos, positivos— arrastre de paso con las características más amables de la ciudad.
Como veremos, no todas son compatibles con ciertas visiones importadas del progreso, y nuestra modernidad ha de ser, si ha de valer la pena, una modernidad barranquillera.
Codigo Abierto 
Tiherry Ways

El Museo de los Inmigrantes

“Preservemos la memoria, que es lo más frágil de los pueblos”,  dijo en octubre de 2008 William Salgado Escaf al dar a conocer su proyecto el Museo de los Inmigrantes. A todo con la vanguardia planteó que su sueño era que funcionara virtualmente.
Ahora Salgado Escaf, descendiente de libaneses y licenciado en filosofía y letras de la Universidad de los Andes, anuncia que la Fundación Jardín de la Memoria, con la que busca sacar adelante su misión acaba de ganar en la modalidad de Tertulia Concertada el Premio del Portafolio de Estímulos 2011 de la Secretaría Distrital de Cultura.
‘De abuelos a nietos, oficios de los inmigrantes’,  se denomina el ciclo de siete tertulias  a la que Salgado considera una antesala de socialización de su proyecto virtual museístico. Mike  Schmulson, un personaje de talla nacional lidera la tertulia inaugural, hoy a las 6:30 p.m. en el cuarto piso del Centro Comercial Buenavista II. 
“La tertulia es un espacio para recordar y compartir relatos de inmigrantes de dos generaciones, en espacios no convencionales porque queremos que el público quede tocado con sus historias”, explica Salgado, quien en breve publicará el libro El sacrificio de los elegidos, que apunta al análisis de la familia y la sociedad desde el punto de vista evolutivo. 
El Museo Virtual busca llegar a todos los rincones. “Queremos que además de penetrar a todas las esferas tenga la capacidad de echar raíces y volverse permanente. Vamos a llegar hasta la plaza pública para contar la historia de los inmigrantes, explica Salgado, director general de la Escuela de Cocina, Cocinar.
“El proyecto virtual somos un equipo interdisciplinario, apasionados del registro y convencidos de la importancia de trabajar procesos de recuperación del infinito territorio de la memoria”, precisa, agradeciendo de paso que desde dio a conocer este proyecto muchas familias empezaron a sacar copias de sus fotografías y a narrar sus historias para que el Museo de los Inmigrates sea una realidad en la red, desde el próximo mes de octubre.
Tiene la palabra
Él es Mike Schmulson en   sus tiernos años cuando corría 1932. Colombiano de origen judío, nació accidentalmente en Lituania y llegó a esta ciudad cuando tenía dos años de edad, en compañía de sus padres. Ingeniero químico y economista, es un personaje nacional, que batea de ‘hit’ en su misión como comentarista de béisbol, de boxeo y presentador de su programa ‘De frente con Mike’.
Por Martha Guarín R.

La casa-quinta La Esperanza

Una de las pocas edificaciones que, pese al paso de los años, aún quedan en pie del barrio Las Quintas, sector de la vieja Barranquilla que se caracterizaba por su majestuosa arquitectura, es la que está situada en el núcleo central del predio donde funcionó hasta hace unos días la Universidad Reformada (carrera 46 con calle 48).
Estas instalaciones, también conocidas por haber sido sede por muchos años del Colegio Americano, han entrado a la palestra local gracias al rumor que se ha propagado sobre que la multinacional Homecenter las adquirió, aprovechando la proyección que tendrá el sector ante la renovación de la Plaza de la Paz. EL HERALDO conoció que la negociación no ha podido finiquitarse, debido a que el Consejo Distrital de Patrimonio está estudiando el caso para determinar la ficha técnica del predio y si debe conservarse o no.
Al evocar la historia de esta edificación encontramos que, a comienzos del siglo pasado, fue construida allí la casa-quinta La Esperanza que perteneció al primer gobernador del Atlántico, Diego De Castro. Según el rector de la Universidad Reformada, el reverendo Milciades Púa, posteriormente en 1928, la propiedad fue adquirida por la Iglesia Presbiteriana, para el funcionamiento del Colegio Americano para Señoritas, que era también internado.
En un principio, la institución era liderada por misioneras norteamericanas que dictaban clases a las hijas del cónsul norteamericano de la época y a otras hijas de familias prestigiosas. El reverendo relata que en 1959 el bachillerato de la institución fue trasladado a la sede de la carrera 38, donde sigue funcionando hasta hoy. El lote –de 10.800 metros cuadrados, 4.200 de ellos construidos– quedó abandonado por casi 12 años.
“En la década del 70, cuando se construyó la primaria en la sede de la carrera 38, la Iglesia Presbiteriana decidió vender el predio. Mientras se hacía el proceso de la venta, la Iglesia puso a funcionar ahí la jornada adicional y el Programa para Adultos del Colegio Americano, Paca. Después, en 1989 creó el Seminario Teológico Presbiteriano y en el 2002 se fundó la Universidad Reformada”, sostiene el educador.
Debido a la antigüedad de su primera edificación –con el paso de los años se construyeron 4 más– este inmueble ha generado dudas sobre si es patrimonio arquitectónico.
De acuerdo con Milciades Púa, “para el Estado, en algunos momentos, esto ha sido patrimonio histórico. Pero, evidentemente no es arquitectónico, debido a que los cinco edificios (entre ellos el paraninfo Quimby) que constituyen la institución son independientes y tienen diferentes tipologías arquitectónicas”.
Púa agrega que, además, por haber tenido varias intervenciones en su infraestructura, ‘La Esperancita’ perdió gran parte de su estructura original. Insiste en que “histórico sí es por el valor del Colegio Americano para la ciudad, el cual fue la primera institución que impartió la coeducación de hombres y mujeres (mixta) en la región. El Americano fue el colegio que acogió a los hijos de los inmigrantes europeos, árabes, judíos, chinos, etc, además, los de madres solteras, divorciados, quienes no eran aceptados en los colegios tradicionalmente católicos”, dice.
Para el directivo universitario, varios hechos les han demostrado que lo de patrimonio es un mito: “en primer lugar, pagamos servicios públicos con tarifas comerciales e impuestos anuales altísimos”. Segundo, el cerramiento que tenía en la fachada, que fue construido con la quinta, fue demolido por el Distrito cuando se construyó la vía del Transmetro en Olaya Herrera.
Púa también aclaró que el traslado de la universidad a las instalaciones del Colegio Americano es independiente de la venta del inmueble. Afirma que una de las razones por las que la institución se muda es de carácter filosófico, que es consolidar el sistema educativo integral presbiteriano: desde prescolar hasta la educación superior en un mismo campus.
MOTIVACIONES
Del traslado y la venta. El reverendo Milciades Púa, rector de la Universidad Reformada, sostuvo que el predio donde funcionaba la institución ha estado varias veces en posibilidad de venta.
Uno de los factores que ha motivado la decisión de la comunidad Presbiteriana es que su mantenimiento se volvió insostenible, “los salones no tienen las condiciones favorables para los estudiantes (eso nos lo ha dicho el Ministerio de Educación) y se necesitan inversiones muy altas para adecuarlos. Además, los costos en servicios públicos con tarifas comerciales, e impuestos como el Predial y Valorización son altísimos, lo que indica que no es un patrimonio”, dijo.
La Universidad contaba con 4.200 M2 de construcción y 23 aulas, pero para seguir creciendo necesita más de 38 salones. “Si el Estado nos eximiera de impuestos, disminuyeran los servicios públicos y nos dieran un auxilio para sostenimiento de la propiedad, la conservaríamos”.
Por Liz Held Casalins

Barranquilla y venezolanos

Archivo

Barranquilla prevé recibir inversiones en vivienda dadas las restricciones impuestas por el gobierno venezolano.
Más allá de las distintas pasiones y reacciones que ha despertado entre los colombianos las acciones tomadas por el Gobierno del presidente Hugo Chávez bajo consignas que pretenden llevar a un modelo en apariencia socialista, un hecho objetivo que vale la pena destacar es que la gran oleada de inmigrantes venezolanos que está ingresando a Colombia está jugando a nuestro favor.
Y aunque el fenómeno por el momento ha pasado medianamente desapercibido, cifras oficiales revelan que en el año 2011, cada día hábil, el DAS está entregando en promedio 46 cédulas de extranjería a venezolanos para vivir en Colombia.
Pero lo más interesante del asunto es el aumento en los flujos de inversión, cuando hasta hace unos años a pocos venezolanos se les ocurría poner su dinero en Colombia. Como lo expresó una venezolana consultada por la revista Semana (4 de Junio de 2011), “el venezolano no veía a Colombia como una opción de inversión, pues a Venezuela nos llegaron colombianos indocumentados, sin preparación y buscando empleo".
Y a Barranquilla en especial la está favoreciendo un hecho: en diciembre del año anterior, el Gobierno confiscó a empresarios seis conjuntos residenciales que estaban en construcción y ocho más los puso en suspenso.
Entonces, dado el panorama del país vecino, inversionistas del sector de finca raíz han puesto su atención en la ciudad. Así lo ha dado a conocer un comunicado de la firma Casa Propia G5, empresa cuyo propósito es facilitar a los colombianos residentes en el exterior y a los extranjeros la adquisición de vivienda en Colombia.
Según la empresa, en sólo tres días en que la empresa hizo presencia en una feria en Venezuela se cerraron negocios para la compra de vivienda por tres millones de dólares, siendo Barranquilla, Cartagena y Bogotá las ciudades más apetecidas.
El caso más destacado en Barranquilla es el del venezolano Horacio Ramírez, con quien desafortunadamente no se pudo establecer comunicación, pero de quien se sabe cerró con Casa Propia negocios para la construcción de edificios en la ciudad. En Cartagena destaca también la compra que han realizado venezolanos de cinco mansiones antiguas en la ciudad amurallada, además de uno de los mejores hoteles boutique.
Como dijo la venezolana consultada por Semana: “Chávez ha sido el mejor presidente. Gracias a él la mayoría de venezolanos bien preparados y con dinero para invertir están hoy aquí (en Colombia)”.

La disyuntiva Occidente-Oriente

Para los que vivimos en el Medio Oriente los viernes eran días de relajación total. Calles solitarias comercio cerrado. Se sentía uno manejando en un primero de enero en Barranquilla. Pero de unos meses para acá, con ocasión de las revueltas en Túnez, Egipto, Libia, Bahréin, Siria, Yemen y poco a poco el resto de la región, los viernes se han convertido en días de tensión y ansiedad en los que los celulares y correos electrónicos no cesan de recibir mensajes con alertas de seguridad para los miembros de la comunidad internacional que residimos en esta parte del mundo.
Los oriundos del Caribe Colombiano crecimos permeados por la cultura árabe, la cual nos es natural y cotidiana. Pero si bien nos son familiares el tabule, las hojas de parra, la avidez mercantil, la sagacidad política y el corazón grande de los hijos y nietos de esos inmigrantes -mal llamados “turcos”- en realidad es poco lo que los legos en historia distinguimos entre la identidad Suni y la Chiita; la cohabitación del Islam y el Cristianismo de Oriente; y en general, sobre las contradicciones y aspiraciones de un pueblo cuyo protagonismo contemporáneo no lo dan sus aportes al conocimiento, sino un presente de conflicto e inestabilidad.
Si bien puede decirse que el inicio de sus tragedias comenzó con las invasiones mongolas del siglo XIII, a costa de las tradiciones milenarias de Asia Central y gran parte de lo que hoy es el Medio Oriente, en el último medio siglo ha sido la voracidad de Occidente por el petróleo el factor primordial de desestabilización.
Tradicionalmente el problema del Medio Oriente se simplifica presentándolo como países que se debaten entre la cultura Occidental y Oriental, y cuyo reto es ajustarse al presente sin renunciar a su esencia dual. Nada más distante de la realidad. Esta visión reduccionista del mundo árabe deja ver la ignorancia de Occidente que no se toma el trabajo de entender la realidad de unos pueblos que no se debaten entre dos mundos, sino que por el contrario, son un mundo en sí mismo, con pasado, creencias, visiones, imaginarios, sueños y aspiraciones propias, no necesariamente alineadas con la disyuntiva Occidente-Oriente. Son simplemente Árabes.
Cuando las potencias occidentales movilizan sus ejércitos y fondos de “ayuda humanitaria” para proveer armas automáticas y tanques de guerra a Egipto, Saudi Arabia o Bahréin, se expone el interés de promover los valores democráticos y el respeto a los derechos humanos. Una motivación políticamente correcta, pero que en poco se diferencia en su fondo y formas de las cruzadas de cristianización del siglo XI.
Quién pudiera no estar de acuerdo con que los derechos humanos han de ser respetados; y tal vez la mayoría coincidimos en que la democracia liberal puede ser la menos mala entre las formas de organización política. Pero, ¿qué evidencia histórica existe de que lo que ha funcionado en Occidente habrá de hacerlo en unas latitudes con cosmologías, valores y creencias tan diferentes como válidas? ¿Qué evidencia tenemos que para el contexto árabe existan ventajas intrínsecas en tener un parlamento sobre la Shura, o partidos políticos por encima de vínculos tribales milenarios?
En una región de élites tan diversas - monarcas reformistas, monarcas conservadores, presidentes autócratas, estados tribales, estados fallidos, estados petroleros- no se puede caer en el facilismo de uniformar las causas últimas de la crisis. Pero, si se tratara de encontrar un común denominador en las expresiones espontáneas de los manifestantes en Cairo, Benghazi, Damasco o Sanaa, lo que encontraremos es un clamor por la carencia de oportunidades.
La lectura de CNN, BBC y Aljazeera, por lo general enmarca las protestas con un criterio netamente occidental (si, inclusive Aljazeera) según el cual los pueblos se movilizan para demandar democracia. Pero, ¿acaso alguno de los que leen estas líneas ha visto, leído o escuchado al menos una nota periodística en la que los manifestantes reclamen división de poderes, descentralización o respeto por los derechos de las minorías? No, el clamor en las calles es por mayores oportunidades, empleos - mejores condiciones de vida.
Claro que hoy la democracia puede ser entendida como un sistema asociado con mejores niveles de vida y bienestar, pero hay suficiente evidencia histórica que demuestra que las conquistas de los derechos políticos generalmente ocurren con posterioridad a los logros en materia de bienestar físico y económico, no antes.
Se estima que un 60% de la población en los países del Medio Oriente está conformada por individuos de entre 15 y 45 años de edad; y de esta franja, cerca del 35 por ciento no tiene un empleo; a la vez que el 25 por ciento sobrevive en el subempleo. Cuando se es joven y medianamente educado, pero se carece de herramientas de movilidad social para hacer lo que hacen o vivir como viven, aquellos otros que se ven a diario en HBO, Fox Sports o en Cinemax, se fractura la dignidad, el amor propio, la autoestima. Y ya sabemos, que en estas tierras cuando no se encuentran las respuestas en el trabajo o en la escuela, se buscan en la mezquita.
Después de Mubarak, Al-Abidine, Assad, Saleh, y Gadafi, seguramente habrá elecciones, comisiones de la verdad, intervención humanitaria, misiones de observación y consultores internacionales. Luego, vendrán los titulares rimbombantes anunciando el triunfo de la democracia y los valores de Occidente. Eso ya lo vimos a comienzos de los 90  en Europa del Este y más recientemente en Afganistán. Ya sabemos lo que viene después.
Por Ramsés Vargas Lamadrid
Funcionario del PNUD en Iraq

Sara Harb

Sara Harb revisa su pasado y el de la emigración árabe al Caribe Colombiano en "Salwa, la turca"

La escritora, periodista y cineasta colombiana Sara Harb filmará en Cuba, a partir del mes próximo su primer largometraje, "Salwa, la turca", una historia que tiene que ver con sus ancestros y la emigración desde Oriente al Caribe colombiano, donde se radicó su familia proveniente del Líbano. El reparto aún no está cerrado y sólo se ha difundido el nombre del francés afincado en Colombia Patrick Delmas.

"La historia de esta película es común a toda América Latina y gira en torno a las migraciones árabes que llegaron al Caribe a comienzos del siglo pasado y su adaptación a esta exótica cultura. La música como elemento de las dos culturas (caribe y árabe), juega un papel importante por sus contrastes sonoros. El film recreará piezas de la música popular latinoamericana, árabe y española", ha comentado.

La cinta, escrita por la propia Harb y presupuestada en algo menos de dos millones de dólares, gira en torno a Salwa, niña de 7 años y su familia, que llegan al Caribe a finales de los años 30 del pasado siglo huyendo de la miseria que deja el Imperio Otomano a su paso por el Medio Oriente, y su proceso de adaptación con los conflictos que genera la ancestral cultura defendida por su padre Samir y que choca con sus sueños de ser cantante y su libertad para amar a quien quiera.

Coproducida por Colombia, Cuba y Canadá, la cinta contará con importantes técnicos cubanos como el director de fotografía Raúl Pérez Ureta o el director de arte Erick Grass ("El Beny").

La barranquillera Harb, quien fuera directora de la Fundación Cinemateca del Caribe durante 12 años, realizó hace seis años el corto "Ensalmo" (2003) y ejerce como profesora de análisis cinematográfico de la Universidad del Norte de Barranquilla.

¡Amrika, Amrika!


Documental de Sara Harb


Por Patricia Iriarte


Sayida Sánchez y Zuleima Slebi en una escena de ¡Amrika, Amrika!

En una ciudad como Barranquilla, donde la presencia árabe se puede constatar en los apellidos del directorio telefónico, en los avisos de las zonas comerciales, en los rostros de los transeúntes, en las listas electorales, en la vida cotidiana toda… porque ¿quién no ha tenido un amigo, una novia, un compañero de trabajo, incluso unos parientes sabaneros con un Manzur o un Abdala entre sus apellidos?


En una ciudad, como esta, digo, del Caribe colombiano, que atrajo tanta gente hace más de un siglo y que se precia de tener todavía algunos cines y varios directores, se tendrían que hacer muchas películas y documentales sobre este fascinante cruce de genes, con sus temperamentos y sus culturas deslumbrantes: el Caribe y el Oriente.

Hace tantos años que ya no recuerdo cuántos, hice para el semanario Zona de Bogotá una crónica que titulé, por supuesto, Moros en la Costa, en la que queríamos contar de esos viejos lazos existentes entre nosotros y los “turcos”, como los oí nombrar  en mi familia y en toda la ciudad. Yo conocí varios que recorrían el barrio vendiendo telas y a veces, cacharros para la casa. Pero esos “turcos” se fueron quedando e integrando y los fuimos conociendo mejor, y aprendimos a diferenciarlos y a saber que en realidad no eran turcos sino palestinos, sirios, libaneses, y uno que otro turco. Pero estaban también los judíos, siempre tan asociados al dinero como a la espiritualidad. Esos moros fueron, con el tiempo, grandes hombres de negocios, industriales, poetas, artistas y políticos… esta última, sin duda, su faceta menos amable para nosotros.

Antoine AlRahbani y George AlRahbani

La literatura y el periodismo han recogido en sus páginas mucho de su historia en nuestro territorio, y la obra de sus escritores es un vivo ejemplo de la riqueza de ese legado. Pero es difícil, por decir lo menos, encontrar en esta región un trabajo audiovisual que de cuenta de ese proceso.





Por todo esto es que diría que la aparición, en septiembre pasado, del documental ¡Amrika, Amrika!, de Sara Harb Said, puede considerarse un suceso cinematográfico en nuestro medio.

Sara Harb es una cineasta barranquillera, hija de inmigrantes libaneses que llegaron a la Costa Caribe a principios del siglo XX.  Su padre,  Salomon Harb Saleh, casado con Amira Said Hachem, llegó a Colombia en 1930 y estableció su negocio y su hogar en una época dorada para Barranquilla.

Sara Harb
Era natural, entonces, que Sara sintiera siempre un profundo interés y la necesidad artística de reflejar esta historia en suquehacer cinematográfico. Veinte años de investigación-acción participativa, como diría el maestro Fals Borda, se revelan hoy en este nuevo documental de 52 minutos sobre el itinerario social, económico y cultural del pueblo árabe en nuestra región.

¡Amrika,  Amrika!  hace parte de un proyecto audiovisual  de Harb Said que busca documentar para el cine y la televisión colombianos este proceso de llegada, adaptación e integración de la cultura árabe en nuestro país.

Desde el punto de vista cinematográfico este trabajo, dice Sara, “busca también plantear una aproximación diferente al género tanto en su conceptualización como en su estructura narrativa.” 

En efecto, la narración de ¡Amrika, Amrika! incorpora los ensayos para una película que se presume se está haciendo (Salwa, La Turca, el proyecto de largometraje de Sara Harb) y unos personajes de ficción que se convierten en sujetos reales que dan testimonio de su experiencia de inmigración a Colombia. Además,  incluye en su discurso narrativo una tercera voz, la de los autores del documental, que aparecen en pantalla para manifestar su autoría.

Salwa, La Turca no existe en realidad porque la miopía de las instituciones de promoción cinematográfica en Colombia le ha negado al proyecto el apoyo  que requiere. En cuatro ocasiones se ha presentado a las convocatorias de Pro-imágenes en Movimiento, en sus diferentes etapas, y siempre ha sido ignorada, en beneficio de otros proyectos cinematográficos de corte puramente comercial que no aportan nada al séptimo arte ni a la narración de los fenómenos socioculturales del país.

Pero ni la frustración ni la desazón que ello produce derrotaron a la directora barranquillera, quien buscó entonces otros recursos narrativos –y económicos- propios para su trabajo creativo y fue así como surgió ¡Amrika, Amrika!, grabada en los estudios de la Universidad del Norte y terminada en sus salas de edición con talento local.

La música, que es un elemento central para la atmósfera y el ritmo de la narración, es del colombiano radicado en Nueva York Jay Rodríguez. La dirección de fotografía es del veterano Rodrigo Lalinde, quien ya había trabajado con Sara en su cortometraje Ensalmo, y de Diego Forero.

El resultado que hoy nos entrega Sara Harb es de una belleza conmovedora. El tratamiento de los testimonios, la sensibilidad en las imágenes, la investigación documental y una impecable factura son virtudes innegables de este trabajo, pero más allá de la técnica hay
algo en la manera de mostrar a estos personajes y sus historia que resulta nuevo y distinto aún para quienes estamos habituados a convivir con esos rasgos y esos acentos moros.


Doña Victoria Dacarett
 Me conmovió escuchar la historia de la inmigración de labios de doña Victoria Dacarett, de Zuleima Slebi, de Anthony, de Mohamed, de la joven Sayida, nieta de inmigrantes, quien personifica por un momento a Salwa, la niña libanesa que sus padres quieren casar con un paisano cuando ella ama profundamente a Antonio, un músico moreno de rasgos caribeños. Todos ellos, y el homenaje que le rinde a la mujer árabe, a través de Meira Delmar, hacen de este documental un valioso documento y una hermosa pieza audiovisual.

Y como nadie es profeta en su tierra, según dice el adagio popular, a tan solo unas semanas de haberse presentado en Bogotá y Barranquilla, el documental es invitado a una muestra de cine en Beirut, este 5 de noviembre, a donde la directora viajará para presentarlo.

Actualmente Sara Harb reside en España, en donde cursa un master en Guión cinematográfico en la Universidad Carlos III de Madrid.


Sinopsis de ¡Amrika, Amrika!,

En un ambiente abstracto, de hipotéticas locaciones del largometraje Salwa, La turca, se ensayan algunas de las escenas con cinco de sus personajes principales que, vestidos y caracterizados según el guión, leen, repiten y actúan el papel que les ha sido asignado.

Los parlamentos, diálogos y movimientos de los “actores”, así como la detallada interacción de los aspirantes con sus roles, revelan el argumento general del largometraje y la razón de ser de cada uno de los personajes. Luego, mediante una entrevista en el entorno de cada persona, se complementa la información de cada uno sobre su propia vida y sus ancestros para dar un marco general de la inmigración árabe en Colombia a comienzos del siglo pasado.

El chef Alex Quessep, el periodista y escritor Juan Gossaín



El chef Alex Quessep, el periodista y escritor Juan Gossaín, la empresaria Zakie Rahbany y el chef argentino Abdala.

Recursos relacionados

“La influencia árabe en la cultura Caribe inicia por la comida, pero no termina ahí”, fueron las primeras palabras que expresó el periodista y escritor Juan Gossaín, quien en la cuarta versión de Sabor Barranquilla sirvió como moderador del conversatorio ‘El sabor árabe en el Caribe’, el cual se llevó a cabo en la tarde de ayer en uno de los salones principales del Jumbo del Country Club.
Dicho espacio, también contó con la participación del chef Abdala, proveniente de Argentina, de las hermanas Zakie y Ecine Rahbany, del chef Alex Quessep y de Vivian Chagui, propietaria de La Dulcería de Cartagena.
En su primera intervención, el chef Abdala, hijo de libaneses, anotó entre risas que “estoy sorprendido de la gran influencia de la comida árabe en Barranquilla. Yo había traído tres recetas para presentar ante el público, pero al llegar acá y darme cuenta de la gran variedad de platos, decidí guardarlos para no quedar mal”.
Durante el conversatorio se tocaron varios puntos, entre ellos cuáles son los platos árabes que más predominan en Colombia y de dónde provienen las recetas. Con respecto a esto, el chef Alex Quessep, señaló que “aprendí a hacer el quibbe, uno de los platos más apetecidos en Barranquilla, por intuición, tenía la receta en la memoria”.
Alex también comentó que la receta de un mismo plato se desarrolla de acuerdo a la casa y al gusto de cada uno.
Asimismo, Vivian Chagui añadió que sus recetas fueron las que su madre trajo en su memoria cuando llegó a Colombia , “nada estaba escrito”.
Por otro lado, durante el ameno y muy concurrido conversatorio, se apuntó que dos de los ingredientes claves y que no pueden faltar en un plato árabe son la cebolla y el arroz.
De hecho, Gossaín, muy jocosamente dijo que “cuando estábamos niños, en la escuela nos gritaban ¡turcos come cebolla!”.
De igual forma, Ecine Rahbany complementó explicando que “el arroz hecho a base de trigo siempre ha sido clave en nuestras comidas”.
Con relación a los ingredientes y a la facilidad de encontrarlos en nuestro país y en Argentina, Vivian apuntó que ahora son más fáciles de obtener que hace 30 años. “Actualmente tanto en Cartagena como en Barranquilla hay muchas tiendas donde venden los ingredientes de la comida árabe”.
En Argentina sucede algo similar. “Las grandes cadenas exportan los componentes y también hay producciones nacionales, aunque estas últimas le dan un sabor diferente a las comidas” explicó el reconocido chef Abdala.
Zakie Rahbany compartió está apreciación, ya que para ella “sí son buenos los ingredientes, pero en el caso del tahine, por ejemplo, el de acá tiene un sabor distinto”.
Otro de los puntos a tratar fue lo concerniente a los vegetales, donde Alex Quessep apuntó que “en ellos hay mucha fibra dietética, son menos procesados y por ende son más saludables. Tal vez por eso a los turcos también les dicen los come hoja”.
En el cierre del interesante conversatorio, Juan Gossaín no pudo ‘rematar’ con un mejor final. “Soy el hijo legítimo de un quibbe y una arepa de huevo”.
Otro de los reconocidos invitados

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