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En medio de una calle de honor, agitando ramitas de matarratón, aplausos y cantando en coro La Luna de Barranquilla numerosos barranquilleros le dieron ayer el último adiós a Esthercita Forero al salir su féretro de la Catedral Metropolitana, luego de una eucaristía, para seguir rumbo a Jardines de la Eternidad.
“Ya el cielo se ha abierto a su paso, Esthercita Forero hoy entró gozosa al reino de los cielos”, dijo monseñor Víctor Tamayo durante su homilía en el templo que coparon amigos, vecinos, colegas y admiradores de la compositora. Fue tal la cantidad de gente, que muchos tuvieron que escuchar la misa de pie.
El prelado, además de exaltar el talento, humildad y sencillez de la compositora que tantas glorias le dio no solamente a esta ciudad sino a todo el país a través de sus temas, se refirió al testimonio de admiración y cariño de la gente que hizo presencia al “acompañar en la etapa más importante de Esthercita: pasar a la vida eterna. La Virgen la cubre con su manto”.
“Estoy seguro que ella no se olvidará de su Barranquilla. Ahora la mirará con mayor esplendor porque desde el cielo podrá hacerlo sin que nada se lo impida”, agregó, para luego finalizar con una frase que arrancó sonoros aplausos de los presentes: “La luna de Barranquilla desde hoy iluminará con más fuerza, porque una estrella como Esthercita brillará en el cielo”.
Desde las 9 a.m comenzó a arribar la gente a la Catedral, una vez llegó el féretro de la Asamblea Departamental, donde permaneció dos días en cámara ardiente.
En el templo fueron colocadas dos grandes fotografías de la promotora del desfile la Guacherna. Una hilera de coronas colocadas en el suelo y al pie del ataúd parecía un camino, como el que emprendió la autora de Mi vieja Barranquilla hacia el firmamento. La Alcaldía, la Gobernación del Atlántico y la Fundación Carnaval de Barranquilla le rindieron homenajes a la memoria de la cantautora como ejemplo para las futuras generaciones.
En representación del alcalde
Alejandro Char, el decreto lo leyó Alba Pérez, jefe de protocolo del Distrito; el de la Gobernación lo hizo el mismo burgomaestre Eduardo Verano, y el de Carnaval, su directora Carla Celia.
Ante el micrófono también estuvo el músico Juan Piña, quien en breves y sentidas palabras elogió la calidad artística y humana de Esthercita.
Teresa González expresó sus agradecimientos a Barranquilla y todo el apoyo que le brindaron a quien fue como su mamá. Evocó las letras de canciones como Tierra Barranquillera , Amigo de cualquier lugar del mundo y La Guacherna que reflejan el sentimiento y profundo respeto que su progenitora sintió no solo por la ciudad y el Carnaval, sino por la sincera amistad que ella siempre prodigó.
El silencio y solemnidad que había caracterizado la eucaristía se rompió cuando Totó la Momposina comenzó a cantar a capella, Mojana, un tema folclórico de la autoría de Esthercita.
Juan Carlos Coronel, Juan Piña, Checo Acosta, Chelito de Castro y Totó, entre otros artistas, subieron al altar mayor para cantar La luna de Barranquilla que siguieron en coro los asistentes. Así salió de la Catedral el ataúd cubierto con la bandera de Barranquilla, sin que antes la gente se acercara en fila para ver por última vez a Esthercita vestida de blanco como una ‘novia’ y medio sonriente. “Parece que estuviera dormida, soñando con una de sus canciones”, dijo conmovido un asistente.
Hacia el cementerio. A las 3:30 de la tarde una romería esperaba en las afueras de la Catedral la salida del féretro. Hasta allí llegó una delegación con una pancarta que decía “El barrio Abajo del Río, donde naciste, está presente” y una gran silleta hecha con flores en forma de corazón, que fue confeccionada con donaciones que voluntariamente hicieron los vecinos.
El ataúd fue colocado en una máquina del Cuerpo de Bomberos, seguido por una caravana que fue sonando sirenas y pitos. La chiva rumbera y carros antiguos, repletos de disfrazados, se unieron al recorrido por toda Olaya Herrera hasta culminar en Jardines la Eternidad.
El carro de bomberos no dejó de recibir aplausos en su recorrido por la carrera 46. Curiosos en las terrazas de las casas, gente de todas las edades salió a despedir a la compositora en el camino hacia su última morada. Las estaciones de Transmetro y la mayoría de los establecimientos que se encontraban en el camino recibieron la caravana con el ritmo de las canciones que ella se encargó de hacer famosas y por las que será recordada siempre.
Pasadas las 5 p.m, cuando el féretro llegó, cientos de personas esperaban su paso con una calle de honor.
“¡Se vive, se siente, Esthercita está presente!”, “¡Viva la eterna Novia de Barranquilla, gran compositora de nuestra tierra!”, eran algunas de las exclamaciones que se escuchaban en el lugar honrando su memoria.
La cantidad de personas que se encontraban en el cementerio no dejaban de corear sus canciones y gritar consignas en su nombre, al punto que fue prácticamente imposible controlar el ingreso de quienes estaban en la zona donde sería puesto finalmente el ataúd. El alcalde encargado,
Luis Moscoso, se vio obligado a pedir un minuto de silencio mientras los restos eran bajados. Fue el momento para que fueran declamadas algunas poesías y para que luego su bisnieta, Alejandra Arévalo, aportara también una canción a la despedida.
Luego de estos pequeños homenajes, la ola de aplausos fue creciendo a la par con las exclamaciones de amor para la compositora. Familiares, amigos, vecinos e incluso gente que no la conoció en vida, pero admiró su música le dijo adiós agitando sus palmas y ramas de matarratón.
Los aplausos que tanto recibió mientras vivió, fueron constantes hasta que cayó el último grano de arena que ahora cubre su tumba. Su despedida, la de un ídolo que mueve multitudes y que le enseñó a una ciudad a creer en lo especial que tiene su tierra.
Por Zoraida Noriega C.
y Jeniffer Varela