En la segunda mitad del siglo XIX Barranquilla contaba con tres sectores urbanos a los que se les denominaba El Centro , Barrio Arriba y Barrio Abajo .
Por: VICTOR HERRERA DE LA ESPRIELLA
El Centro lo habitaban comerciantes y funcionaban la escuelita del maestro Celedón Pérez, el Colegio para niñas La Inmaculada Concepción , el Cementerio-Iglesia de la Cruz vieja, y se encontraba en construcción la Iglesia de San Nicolás de Tolentino.
El Barrio Arriba se formó en los terrenos de la finca Rebolo , de 15 hectáreas, propiedad del Párroco de la Iglesia de San Nicolás, R.P. Antonio María Muñíz y Polanco. Se extendía desde Tacunga y El Boliche hasta la antigua Ciénaga de la Luz, y desde la vereda que comunicaba a Barranquilla con Soledad hasta la Finca Bartolito , por donde construyeron después la carretera al Aeropuerto.
Al principio, el Barrio Arriba fue llenándose de familias pobres y sencillas, quienes poco a poco lo fueron mejorando hasta convertirlo en uno de los más alegres y progresistas de Barranquilla. Esa gente trabajaba todos los días del año hasta que llegaba la fiesta de la Virgen del Carmen, a la que en ese entonces veneraban y le hacían novena y fiestas en julio ante una Capillita de madera situada en la Calle Soledad (hoy 17), donde años después sería construido El punto blanco de la Zona Negra .
El Barrio Abajo estaba compuesto por la familias de los trabajadores de las compañías del Ferrocarril y de Veranillo.
Al finalizar el siglo XIX los moradores del Barrio Arriba sufrieron el flagelo de la peste infecciosa del bacilo de Yérsin que recorría extensas zonas del Caribe. Las gentes caían en las calles presas de convulsiones y diarreas a las que nada ni nadie podía detener. Entonces, en medio de tanta desolación, conservaron intacto lo que la peste no pudo aniquilar: la capacidad de aguante y la inquebrantable fe en Dios.
Como la fe es la madre del milagro, en pleno azote de aquella epidemia se hizo presente el sacerdote salesiano Rico, quien portando en sus manos un estandarte con la efigie de San Roque de Montpellier -patrono de la peste- convocó a todos los moradores del barrio para hacer unas rogativas en el sitio donde después fue levantado el templo. La gente correspondió a dichas rogativas. No fue sino comenzarlas cuando la peste fue cediendo hasta que desapareció. Aquellas gentes no salían del asombro y a la vista del milagro procedieron a entronizar -en el mismo sitio donde se hicieron las imploraciones- la imagen de San Roque, procediendo a iniciar la construcción de su templo y a bautizar el barrio con el nombre de Barrio de San Roque .
Los primeros que llegaron a Colombia portaban pasaportes turcos. Barranquilla veía asombrada a un grupo de personas vestidas con extraños atavíos desfilando por sus arenosas calles. Hombres con tarbúsh, chiripás, fez y turbantes. Mujeres con chilabas y chador. Habían abandonado sus montañas, sus cedros, el mar Mediterráneo, el gran Dimasjk-alSaján (Dammasco en Arabe), los hermosos parajes que inspiraron a sus abuelos Gibrán, Sherade, y Chija entre olivos e higueras.
Estos hombres le dieron a las fiestas durante muchos años el prestigio y esplendor que las constituyeron junto con el Carnaval de Barranquilla como las mas prestigiosas y mejores en toda la cuenca del Caribe. Las ocupaban cinco cuadras con toda clase de diversiones sanas, comprendiendo dos telones gratis, de cine popular, cada dos cuadras, obsequiadas y manipuladas por Vichenzo Didoménico, ex alumno Salesiano. Un circo de toros de los hermanos Marquez, donde se lidiaban diariamente 5 toros de prestigiosas divisas por toreros de fama internacional: dos cuadriláteros de boxeo, colocados uno cada dos cuadras, donde diariamente se verificaban simultáneamente dos y tres peleas, durante muchos años atendidas por los prestigiosos personajes del box barranquillero: el gran Chelo de Castro y el Negro Adán. Mas de treinta mesas con juegos de suerte y azar como ruletas, boliches, y macondos.
Una veintena de bazares que hacían las delicias de chicos y grandes. Dos Salones Burreros para baile y solaz de los aficionados. Tómbolas, varas de Premio, cucañas y varios palos de cumbiamba que duraban hasta el amanecer (bajeras y ribeñas). Cincuenta fondas con comidas y fritos para todos los gustos, rociados con la cerveza de lúpulo trigo y cebada que elaboraban los técnicos cerveceros alemanes de la Cervecería Barranquilla, que su propietario el Dr. Carlos Alberto Osorio con la mano diligente de su socio el inolvidable Diofantico de la Peña.
Al finalizar el novenario y verificada después la procesión del Santo Patrono, en hombros de sus feligreses, por todas las calles el barrio, comenzaban los cuatro días de toros populares en los que las personas que residían a lo largo de cuatro cuadras de la Avenida Boyacá (calle 30) construían sus toriles donde familiares y amigos deliraban de entusiasmo y alegría con las incidencias de cada tarde amenizadas por el repertorio de cuatro papayeras acreditadas, una en cada cuadra dándole realce a la premiación con ofrendas florales y regalos en dinero a los aficionados que hacían la mejor faena de cada tarde. Oh temnpore.....Oh mores!!