Los rastros más antiguos de Árabes y musulmanes en Colombia se pueden encontrar inequívocamente desde las primeras décadas de la llegada de los europeos a tierras americanas. Ello significa que su presencia en el país es mucho más antigua de lo que normalmente se supone.
En primer lugar muchos de los africanos secuestrados por los europeos en el norte y oeste de África para ser esclavizados en América, eran musulmanes. Estos africanos esclavizados fueron los primeros que trajeron el Islam a lo que hoy es Colombia. Dada su situación de gente esclavizada, estos africanos musulmanes fueron obligados brutalmente a abandonar sus creencias religiosas, por lo que el Islam prácticamente quedó constreñido a ser practicado en los reducidos espacios que las pequeñas cuadrillas de esclavizados permitían, por lo que poco a poco su presencia se fue diluyendo a través del mestizaje cultural. Por ello no es descartable pensar que aspectos importantes de la herencia de africanía en Colombia tengan relación con prácticas y rituales asociados al Islam provenientes de aquellos africanos esclavizados que lo trajeron hace algo más de quinientos años.
En segundo lugar, al territorio de lo que hoy se conoce como Colombia también llegaron, como pasajeros clandestinos, muchos de los Árabes, llamados Moros en la península Ibérica, que habían sido expulsados por medio de una infinidad de guerras que adquirieron dramáticas proporciones bajo los Reyes Católicos, quienes se propusieron a cualquier costo erradicar a los Árabes y a su cultura después de más de setecientos años de presencia en España. Estos Árabes que consiguieron filtrarse a través de los rigurosos controles coloniales que impedían el arribo a tierras americanas de personas que no fueran católicas, se vieron precisados a aparentar su cristianismo, por lo que sus prácticas religiosas y culturales inherentes al Islam se hicieron en la absoluta clandestinidad. Muchos de estos Árabes, junto a Judíos y Gitanos, terminaron en la hoguera a manos de la Inquisición. La persecución abierta contra los Árabes y contra la práctica del Islam ciertamente dificultó su difusión y contribuyó a que sus huellas se fueran haciendo cada vez más indelebles.
Nuevas referencias acerca de la presencia de Árabes la señalan algunos textos que sostienen que en América Latina, entre los años de 1850 y 1860, se presentó una masiva y significativa afluencia de inmigrantes Árabes. Es bastante probable que muchos de estos inmigrantes llegaran a territorio de lo que hoy es Colombia y prepararon las tres oleadas de inmigración de las que se hablará a continuación.
Oleadas de Inmigración Árabe
Pese a los importantes antecedentes señalados más arriba, puede decirse con mayor precisión que hacia 1880 fue cuando los primeros contingentes de Árabes --sobre todo de cristianos maronitas, pero también de algunos cristianos ortodoxos y unos pocos musulmanes-- provenientes principalmente de Líbano, Siria y, en menor medida, Palestina, arribaron a nuestro país. Muchos de estos contingentes llegaron a estas tierras forzados por la crítica situación política que se presentaba en sus países de origen debido a la dominación y opresión de que estaban siendo víctimas por parte del imperio Otomano.
Esta que se puede llamar la primera oleada inmigratoria de Árabes a Colombia, que se escenificó entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX es en términos numéricos la más significativa de las que se han presentado hasta hoy. Si bien esta oleada contó con muchas familias que profesaban el Islam, la gran mayoría de los que llegaron en ese entonces eran cristianos.
Desde las dos primeras décadas del siglo XX --período en el cual los Árabes se convierten en el grupo de comerciantes de más valía en todo el Caribe colombiano-- hasta fines de la segunda guerra mundial, se presentó una segunda oleada inmigratoria que pese a contar con una importante participación musulmana, siguió siendo mayoritariamente cristiana.
Una suerte de tercera oleada de inmigrantes se viene dando desde principios de la década de los setenta del siglo pasado, esta vez compuesta fundamentalmente por familias musulmanas, sobre todo sunitas.
Los Árabes, sobre todo los cristianos ya sea maronitas u ortodoxos, con el transcurrir del tiempo y en diversos grados, a partir de complejas dinámicas de hibridación y mestizaje que tuvieron lugar, terminaron prácticamente asimilados e integrados a la sociedad mayoritaria. De esta manera, gracias a los estrechos contactos que se escenificaron entre estos inmigrantes y las culturas de los territorios donde se instalaron, fue que los Árabes realizaron aportes culturales muy importantes al país, sobre todo a la región del Caribe. Cabe destacar en este orden de ideas que una inmensa variedad de elementos culturales que la gente del interior del país considera como típicamente caribeños, tienen en realidad un claro origen Árabe.
Por su parte, los Árabes musulmanes en medio de muchas dificultades pudieron mantener escenarios adecuados para la reproducción de su cultura y de sus valores identitarios, lo que les posibilitó conformar comunidades (Ummah) claramente diferenciadas del resto de la población --Maicao (La Guajira) y San Andrés (Archipiélago), entre las más importantes--. Esto fue posible no sólo porque estas comunidades se vieron enriquecidas con la afluencia de las inmigraciones musulmanas más recientes que, sin duda alguna, contribuyeron de manera decisiva a consolidar sus tradiciones culturales, sino al hecho que tuvieron que generar redes intraétnicas de solidaridad para protegerse de la intolerancia de la iglesia católica que se daba antes de la Constitución de 1991.
Los Árabes Musulmanes de La Guajira
En Maicao (La Guajira) es donde existe la comunidad Árabe más emblemática del país, como quiera que ha logrado mantener su cohesión cultural y su integridad étnica. Estos Árabes ejercen cotidianamente una amplia práctica islámica y siguen hablando en su lengua materna. Lejos de su territorio de origen y en el desarraigo han podido construir un sentido de pertenencia. Pese a la distancia también han logrado desarrollar dispositivos culturales capaces de crear una comunidad ampliada que los relaciona con sus países de origen.
Los Árabes musulmanes viven en Maicao desde hace algo más de ochenta años. Sin duda alguna puede decirse que su presencia contribuyó de manera decisiva a forjar a Maicao como un centro económico y comercial de importancia no sólo para La Guajira y el Caribe en particular, sino para todo el país en general. Primeramente llegaron trayendo el cine pero se quedaron para explorar las ventajas que para el comercio brindaba este municipio fronterizo. A lo largo de todos estos años han sido muchos los aportes que han realizado al desarrollo cultural, religioso, político y económico del municipio y del departamento.
Cabe destacar que los Árabes no llegaron a Maicao ni a La Guajira con la pretensión de crear economías extractivistas ni de enclave, que se caracterizan por usufructuar los recursos naturales y humanos de la región hasta agotarlos y empobrecerlos sin dejar beneficios de ningún tipo en la región. Todo lo contrario. Lo Árabes llegaron con el propósito de invertir en la generación de riqueza, para lo cual crearon diversas empresas y construyeron importantes obras de infraestructura, que incidieron dinámicamente en el crecimiento urbano de Maicao y de su entorno. De otro lado, es necesario anotar, los Árabes, más allá de algunos inconvenientes aislados que se hayan podido presentar, establecieron siempre unas relaciones amistosas y de respeto hacia los Wayúu y los guajiros, lo que permitió generar espacios de interculturalidad.
En Maicao es donde se encuentra la segunda mezquita más grande de América Latina, en la cual perfectamente se pueden albergar cómodamente hasta mil fieles. La belleza y majestuosidad de esta mezquita bien podría incentivar el turismo hacia este municipio si se considerara, por parte de las autoridades departamentales, declararla oficialmente como patrimonio arquitectónico de La Guajira. Esta mezquita reviste significación en la vida social y cultural de la ciudad ya que lleva a cabo una intensa actividad cultural y de prestación de servicios sociales en salud y educación.
Debido a las actividades económicas y comerciales que los Árabes desarrollan en Maicao prácticamente desde su misma fundación republicana, han podido generar permanentemente innumerables puestos de trabajo para los maicaeros y los guajiros, lo que ha permitido que muchas familias del departamento mantengan aceptables ingresos monetarios por concepto de su vinculación a los almacenes y empresas pertenecientes a los Árabes.
En otro sentido, la histórica presencia de los Árabes musulmanes han hecho de Maicao una verdadera ciudad cosmopolita y multicultural y esto reviste una enorme trascendencia como quiera que es un aporte intangible a la diversidad étnica y cultural que posee Colombia. Maicao puede considerarse, en ese sentido, como el laboratorio de una ciudad intercultural.
Es harto lamentable que pese a una presencia tan antigua que hace que haya varias generaciones de Árabes musulmanes nacidos y criados en Colombia, se los siga considerando como extranjeros y extraños. Es también deplorable que pese a la inestimable contribución que en diversos aspectos han hecho los Árabes al desarrollo del Caribe colombiano y de La Guajira, se los siga mirando con recelo y se los siga manteniendo en el exotismo. Por otra parte, es incomprensible que los Árabes pese a constituir una comunidad con unos valores identitarios propios, no sean tenidos como parte de la Colombia multiétnica y pluricultural.
Víctimas también del conflicto armado
Si el país no sabe absolutamente casi nada sobre los Árabes que viven en La Guajira, tampoco es de esperar que las instituciones estatales y gubernamentales y el colombiano promedio, tengan noticias sobre los impactos directos e indirectos que el conflicto social y armado les ha acarreado.
El hecho que en las estadísticas sobre las víctimas del conflicto social y armado del país los Árabes no aparezcan no debe llevar, en modo alguno, a conclusiones equivocadas, en el sentido de pensar que han estado al margen de las consecuencias de la violencia sociopolítica. La invisibilidad en que, en muchos aspectos, han estado subsumidos los Árabes, no les sirvió para mantenerse lejos de la vorágine desatada por el conflicto social y armado, ya que la violencia sociopolítica los ha tocado también.
Hasta ahora las consecuencias del conflicto social y armado al interior de la comunidad Árabe de Maicao se han venido presentando como si fueran hechos esporádicos y aislados. Incluso muchos de estos hechos aparecen como producto de la delincuencia común sin una conexión directa con los actores armados ilegales que operan en la región. Sin embargo, cuando se comienzan a armar las piezas y a relacionar los hechos que se vienen presentando, la panorámica que se presenta da para suponer, con toda legitimidad, que la situación es mucho más compleja y profunda.
A pesar de su persistente neutralidad frente al conflicto, los Árabes han sido víctimas de todos los actores armados. Tanto los grupos paramilitares como la insurgencia armada, han secuestrado a varios de sus miembros con el propósito de cobrar fuertes sumas de dinero. En ese contexto, no han sido pocos los que han muerto asesinados por sus captores, y ya se habla de algunos que fueron desaparecidos sin dejar ningún rastro. De otro lado, no sobra señalar que son cada vez más las familias Árabes que, ante las presiones de toda índole ejercidas por los actores armados, han tenido que dejar a Maicao y a La Guajira.
Familias Árabes que otrora ostentaban buenos niveles económicos se encuentran en situación de desplazamiento en distintas ciudades del país y del exterior, en condiciones muy adversas y hasta precarias. Las continuas extorsiones y robos a los que los Árabes han estado sometidos desde hace algo más de dos años, llevó a que las empresas de muchos de ellos fueran a la quiebra total.
Entre la ignorancia y el miedo
Tal vez por ignorancia y por miedo los Árabes no se han atrevido a denunciar los hechos de que vienen siendo víctimas por parte de los actores armados. Ignorancia por cuanto los Árabes, que han mantenido una comunidad cerrada como estrategia de supervivencia étnica, no saben sobre los procedimientos que se deben surtir y sobre las instancias a las que eventualmente pueden acudir. Sienten que la solidaridad de otros pueblos y sectores de la sociedad mayoritaria colombiana no alcanza a llegar hasta ellos.
Tal vez también ignorancia para comprender acertadamente las dinámicas complejas inherentes al conflicto armado que terminan vinculando perversamente a la población civil en el conflicto.
Por su parte el miedo se origina no sólo en el temor real de las represalias que puedan tomar los actores armados ilegales contra las familias Árabes que aún perseveran por no abandonar sus actividades económicas, su vida social y su mezquita en Maicao, sino también a la desconfianza y el temor que sienten hacia muchas de las instituciones públicas, por cuanto hasta ahora el rostro más visible del Estado que han visto aparece asociado a las acciones policiales y represivas que en los últimos años viene adelantando la DIAN --como si se tratara del centro del país y no de una región de frontera fluida donde el intercambio comercial quiebra línea fronterizas-- contra sus actividades económicas y comerciales que son fundamentales para el mantenimiento de su integridad étnica. De cierta manera y con justa razón piensan que visibilizar su situación es abrir el espacio y dar vía libre para que se los siga persiguiendo y reprimiendo.
De otro lado, no está de más decirlo, los temores crecen si se tiene en cuenta que algunos miembros de la fuerza pública y de los organismos de seguridad del Estado, haciendo uso de una lógica estrecha, maniquea y simplista todavía tienden a ver en cada musulmán a un sospechoso de estar involucrado en terrorismo. Este temor no es infundado. Con la cacería de brujas que a nivel global se sobrevino luego de los condenables y repudiables actos terroristas ocurridos en EE.UU en septiembre de 2001, se llegó a hablar en la prensa nacional de unos supuestos enlaces de la red terrorista causante de los hechos, viviendo en Maicao, lo que generó a los Árabes de esta ciudad muchos inconvenientes.
Etnocidio, racismo y xenofobia
Es legítimo plantear como hipótesis que los efectos directos y colaterales del conflicto social y armado contra los Árabes musulmanes de Maicao, presenta dos particularidades: En primer lugar, se puede estar asistiendo a un lento etnocidio ya que se están poniendo en serio riesgo las bases materiales y físicas que posibilitan, en nuestro país, la existencia de una cultura diferenciada y distinta, echando por tierra el experimento de ciudad intercultural que se venía forjando. En segundo lugar, se pueden encontrar evidencias de que la violencia sociopolítica aparece muy ligada a motivaciones racistas y xenófobas, dado que los imaginarios estereotipados que se le han dado a los Árabes, sobre todo a los musulmanes, en nuestro país --desde llamarlos peyorativamente "turcos ", hasta considerarlos codiciosos, avarientos, tramposos y, ahora, hasta sospechosos de pertenecer a redes del terrorismo internacional...-- han sido utilizados por los actores armados del conflicto para mirarlos siempre bajo sospecha y en todo caso tomarlos como eventuales enemigos.
Para concluir este escrito quisiera hacerlo con las palabras de Hammuudah Abdalati, quien hace una breve reflexión que pone de manifiesto que los Árabes musulmanes tienen mucho que aportar a la construcción de la paz en Colombia si se los deja participar y se escucha su voz:
"(...) el Islam nunca tolera la agresión para sí ni para ninguna otra parte, no alimenta guerras opresivas, ni siquiera su iniciación. Los musulmanes reciben de Allah el mandato de no participar en ningún acto de agresión, ni violar los derechos de los demás (...)
" No es la guerra un objetivo del Islam, ni la ocupación normal de los musulmanes (...) El Islam es la religión de la paz (...) La paz es la naturaleza, el significado, el emblema y el objetivo del Islam. Todo ser tiene derecho a disfrutar la paz del Islam y la bondad de los pacíficos musulmanes, con independencia de las consideraciones religiosas, geográficas, raciales o étnicas (...) ".