Es posible asociarlo porque es el director de la Fundación La Cueva y pasa la mayoría del tiempo en este legendario bar restaurante que fue el refugio del Grupo de Barranquilla: intelectuales, bohemios y creadores que marcaron la movida cultural de mediados de los 40 y comienzos de los 50, del que hacía parte Gabriel García Márquez.
Con su guayabera y gafas oscuras, Fiorillo tiene "pinta de mafioso", como él mismo dice. Esa es solamnete su fachada, su espíritu realmente es de cineasta y de escritor. Ahora, ante todo, es editor y su buena salud no le permite ser el personaje al que se refiere en su obra.
El título es simplemente el nombre que pensó para cautivar a esos lectores desprevenidos y, es el último de los 17 cuentos que conforman El hombre que murió en el bar, la nueva obra literaria de editorial Norma que presentará en Casa de América en Madrid (España), el mismo lugar donde, hace pocos días, Mario Vargas Llosa mostró El viaje a la ficción, un ensayo sobre Onetti.
Y es que ese título que podría ser de novela negra, en realidad representa historias que tienen 'esa falsa mansedumbre de lo cotidiano', como dice en el prólogo el escritor nicaragüense Sergio Ramírez. "Creo que tiene que ver con mi gusto por la novela policíaca. Fue un acto de libertad, pero la historia que tiene detrás sale de lo leído de Jorge Luis Borges y de Marcial Lafuente Estefanía. Con actores de la realidad colombiana, es una reflexión sobre nuestra identidad", comenta Fiorillo. Desperado es uno de los cuentos que sigue esta línea.
Desde hace varios años, elC de otros libros como Cantar mi pena y Arde Raúl, tenía la idea de plasmar un libro con estos cuentos que surgen de una novela que todavía está cocinando; otros son vivencias que le han contado y que él transformó para darles un toque de fantasía. "No son realistas y tienen otras formas de ser contadas. Son surrealistas y están influenciadas por William Faulkner y el neorrealismo italiano que tanto me gusta", comenta.
Para Fiorillo, la imagen es tan importante como la escritura y desde niño ha sentido pasión por los comics, por eso los cuentos estás acompañados de las ilustraciones de Gonzalo Fuenmayor, artista que terminó una de las pinturas de Enrique Grau en una de las paredes de La Cueva.