compatibilidades.blogspot.com/2007/12/barranq...Es importante señalar que el desarrollo y la importancia de Barranquilla en el ámbito nacional está directamente ligado a las diversas inmigraciones que encontraron albergue en esta ciudad durante el siglo XIX. Al final de la Colonia, era una aldea poblada por humildes pescadores, artesanos y agricultores. En 1775 Barranquilla fue incorporada como corregimiento de la Provincia de Cartagena, sólo se transformó en Villa el 7 de abril de 1813. En 1823, el libertador Simón Bolívar le entrega al judío alemán Juan Bernardo Elbers la primera concesión para navegar en barcos a vapor por el río Magdalena, luego algunos correligionarios siguieron sus pasos y fundaron compañías de transporte fluvial. En 1832, Abraham Isaac Senior estableció el cementerio hebreo de Barranquilla, que posteriormente iba a ser incorporado al cementerio Universal de dicha ciudad. Tres años después Barranquilla tenía 5.359 habitantes y comenzó a transformarse en un puerto importante en la región. En 1850, se consolida una pequeña, pero significativa comunidad sefardí. Poco a poco, Barranquilla supera la población de Santa Marta, aun cuando el puerto principal de la costa sigue siendo Cartagena.
Los Judíos Sefardíes en Barranquilla
No sabemos mucho sobre las actividades de los primeros judíos en Barranquilla, pero es claro que varias firmas de judíos sefardíes como fueron los Salas, los Senior, los Correa, le pidieron permiso al gobierno nacional para importar mercancías a través del puerto de Sabanilla. Así, el comercio, las importaciones y exportaciones que se van a efectuar a partir de dicho puerto van a marcar un auge que impulsó el desarrollo de la ciudad. Según el interesante estudio realizado por Adelaida Sourdis Nájera, va a ser en la casa de Abraham Isaac Senior donde se van a reunir los judíos sefarditas de la ciudad en minyan para rezar y leer el Pentateuco. En dicho período el rabino de la comunidad es don Moisés De Sola. Según los testimonios de Rodolfo Cortissoz, la comunidad se reunía todos los sábados y se celebraban las fechas de año nuevo en septiembre y el día del perdón. Para 1871, Barranquilla cuenta con 11.595 habitantes y es el puerto más importante de la región superando a Cartagena que en ese momento contaba con 8.603 habitantes y a Santa Marta con 5.702 almas.
El papel que vino a desempeñar la comunidad judía sefardí en el desarrollo de la ciudad fue documentado en el cuidadoso estudio Árabes y judíos en el desarrollo del Caribe colombiano,1850-1950, realizado por Louise Fawcett y Eduardo Posada Carbó. Es claro que la llegada de inmigrantes judíos, sirio-libaneses y alemanes, entre otros transformaron a ciudad y la convirtieron en la urbe más cosmopolita de país. Entre el grupo de familias sefardíes se destacan los apellidos: Senior, Salas, Alvarez-Correa, Cortissoz, De Sola, López-Penha, Sourdis, Juliao, Salzedo y Heilbron, por mencionar algunos. El rápido crecimiento y el desarrollo económico se explica en parte por la favorable ubicación de la ciudad, pero también debido a que se generó una sociedad atractiva, libre de barreras sociales, donde estos grupos de inmigrantes encontraron la posibilidad de interactuar sin problemas ni dificultades, porque no enfrentaron las convenciones que hicieron a Medellín y a Bogotá ciudades difíciles y cerradas. Barranquilla como ciudad nueva, pujante, abierta a múltiples costumbres, más generosa que las ciudades tradicionales, tenía que transformarse en la urbe de mayor crecimiento con un porcentaje del 3,8% algo hasta ese momento nunca visto en la historia demográfica del país.
Fawcett y Posada Carbó señalan que la elección de David Pereira como Gobernador de la provincia de Barranquilla en 1854 era ya un indicativo de la integración alcanzada por la comunidad judía durante la segunda mitad del siglo XIX. Por ello, la historia de este grupo de inmigrantes está íntimamente ligada a la transformación de la ciudad que la va a llevar a ser el puerto más importantes del país. En 1871, siete de las veintidós contribuciones más elevadas de los impuestos, fueron pagadas por firmas originarias de Curazao. Es evidente que estos inmigrantes tenían unos contactos comerciales y un conocimiento económico que no había en la región.
Logros en el Ámbito Social y Cultural
Fueron múltiples los logros destacados en el ámbito social y cultural que se pueden atribuir a esta ola inmigratoria. Entre los más relevantes hay que señalar el acueducto de Barranquilla, dado al servicio en 1880 y construido gracias al impulso de Jacobo Cortissoz y Ramón B. Jimeno, asociados con miembros de la comunidad sefardí. Según Adelaida Sourdis Nájera, el grupo judío controlaba 255 de los 406 votos. Jacobo Cortissoz fue nombrado presidente del acueducto. Así mismo un buen número de inmigrantes judíos fundó el Club Social de Barranquilla. El primer banco de la ciudad, el Banco de Barranquilla fue establecido por don Jacobo Cortissoz y 17 accionistas de judíos, que controlaban el 31% de las acciones.
También cabe resaltar que en 1919, Ernesto Cortissoz tuvo un papel determinante en el establecimiento de la primera compañía comercial de transporte aéreo que funcionó en el Nuevo Mundo, SCADTA. Por cierto, para honrar su memoria el aeropuerto internacional de Barranquilla fue bautizado con su nombre. El mundo cultural y las artes no les fue ajeno a estos judíos sefardíes. La obra literaria de Abraham Zacarías López-Penha, quien nació en Curazao en 1865 y vivió en Barranquilla desde muy joven, representa una bocanada de aire fresco para la época y aun cuando se pierde en las brumas literarias del país, merece ser redescubierta y reconocida como una de las obras que inaugura una época y una nueva tendencia en la literatura del país. En el estudio titulado Historia de la poesía colombiana, se le reconoce el mérito de ser el primer escritor que estableció contacto con los modernistas franceses. En su publicación Flores y perlas, un quincenario, tradujo por primera vez a Mallarmé, Baudelaire y Rimbaud. Mantenía correspondencia con Rubén Darío y con Max Nordau, entre otros. Fue amigo del poeta modernista colombiano Luis Carlos López. Y con "el tuerto" López y Manuel Cervera publicaron una antología de poemas titulada Varios á varios. Su poemario Cromos fue prologado por Nicanor Bolet Pedraza y editado por la Biblioteca Azul de París en 1895. Dos años después publica su primera novela Camila Sánchez y en 1898 otro volumen de versos con el título Reflorecencias. A pesar de las referencias a sus publicaciones en el Diccionario Espasa de 1915, podríamos decir que en Colombia sus poemas y novelas se han olvidado y desconocido. La suya es una cripto-obra dentro de la literatura colombiana. De acuerdo con Alfredo de la Espriella, historiador barranquillero, este judío sefardí goza, entre otras cosas, del mérito de ser el autor de la primera novela esotérica de Colombia titulada La desposada de una sombra que fue editada por la librería de la Vda. de Ch. Bouret en 1902 en México.
En una nación gobernada en aquellos días por conservadores, que se consagraba todos los años al Sagrado Corazón de Jesús, las composiciones de López-Penha fueron un desafío por su tono escéptico y agnóstico. Vale la pena ver un ejemplo:
¿Presumís dudar que descendemos
de los gorilas y otras bestias, asno de Dios?
No; si no aprended á mirar en redor vuestro,
y, luego, contemplaos en un espejo vos...
de fijo os convenceréis al cabo, ¡es lógico!
que el mundo, en suma, es un jardín zoológico;
que el hombre es un piteco mentecato
con un poco más vicios que el primato;
que, tras de inventar un Dios á imagen suya,
entre luces, incienso y beatíficas fanfarrias,
le exige un cielo en cambio de salmos y aleluyas,
puesto en hipócrita actitud de parias...
en verdad os digo: el templo está desierto,
y el Dios del hombre-mono está bien muerto!
La irreverencia del poeta sefardí impidió que las páginas literarias de los diarios capitalinos, lo reconocieran. Alfredo de la Espriella, en una conferencia que dictó a la comunidad judía con motivo de los 500 años del Descubrimiento de América y expulsión de los judíos de España, explicó: "No comulgaba con el laurel fachendoso de los poetas bogotanos, o su poesía patriótica o los juegos florales que tanto caracterizaron la producción literaria de su época.". David López-Penha, su hermano, era el dueño de un café llamado La Estrella (tenía grabada en la puerta la Estrella de David). Ahí, Abraham Zacarías se deleitó con la lectura de los modernistas. También los López-Penha, entre sus múltiples negocios, tuvieron a bien establecer el primer el cinematógrafo de la ciudad y fueron dueños de librerías prestigiosas. El poeta Clímaco Soto Borda, refiriéndose a la actividad periodística y divulgadora de López-Penha, solicitó que: “se estableciera un cordón sanitario en redondo de nuestra Atenas la pretenciosa denominación con que se tildaba y todavía se tilda a Bogotá para que librase a nuestros bardos de aquel terrible contagio”. ¿Cuál era el temor de Soto Borda? ¿Sería que intuía que López-Penha y los modernistas, el cine y las nuevas artes marchitarían el romanticismo floral de los poetas de la Gruta Simbólica? A pesar de la polémica que despertó en su momento López-Penha, hoy ha caído en total olvido. Siempre me ha extrañado que Colombia, un país de poetas, tan atento a cualquier vate, descuide y desconozca la obra de López-Penha con tanta pasión. Es inexplicable el olvido al que someten a este poeta sefardí enterrándolo en las bóvedas de la historia literaria colombiana. Me atrevo a pensar que se debe al desconocimiento de sus escritos. Pero, sorprende y resulta sospechoso el desdén y amnesia del mundo poético por sus obras. Tal vez por ello sea apropiado recordar uno de sus versos que dice:
En un rincón de la casa
la araña teje que teje,
y el sol alumbra que alumbra,
y el hombre miente que miente.
Las actividades, tanto comerciales, industriales como artísticas, de estos inmigrantes le dieron a la comunidad judía sefardí una eminente posición dentro de la vida social y económica de Barranquilla. Es bueno destacar que la presencia de estos inmigrantes judíos lejos de producir celos, fue recibida con entusiasmo y de manera cordial. Sin embargo, el desarrollo que fomentó esta comunidad y el impacto que tuvo en la ciudad caribeña no ayudó para que el gobierno colombiano tuviera una actitud más tolerante y benévola hacia la nueva ola inmigratoria de judíos que vendrían de Europa oriental durante la década de los veinte, treinta y cuarenta huyendo de la depresión, de la guerra mundial y el holocausto.
Los judíos de Europa oriental
Las constantes guerras civiles, los problemas de comunicación, las condiciones climáticas del trópico hicieron de Colombia un lugar poco atractivo. Nunca se pensó en ella como tierra prometida. Evidentemente, no fue el primer destino de los inmigrantes europeos. Muchos soñaban con llegar a Nueva York y a Buenos Aires. Pero algunos encontraron dificultades para entrar a Nueva York y terminaron en Cuba, de ahí vinieron a Colombia. A principio de siglo, después de la primera guerra mundial hay una pequeña ola inmigratoria de gente que, escapando de la difícil situación rusa y europea, llegaría a estas costas. Para su sorpresa, encontraron que la comunidad sefardí, de la cual tanto se hablaba, había desaparecido prácticamente. Estos judíos hallaron sólo unas cuantas familias que conservaban sus tradiciones. Los judíos europeos hablaban un idioma distinto, el yiddish, y tenían costumbres, ritos y una cultura judía diferente a la de los sefardíes. La primera vez en que estas comunidades se encontraron y compartieron plenamente vivencias fue en América durante estas décadas de principio del siglo XX. Sin embargo, el encuentro no siempre fue fácil. Los judíos que pertenecieron originalmente a la comunidad sefardí durante el siglo XIX escasamente habían creado instituciones judías y muchos de ellos se integraron a la vida nacional. Un hecho a destacar de estos judíos europeos, es que a los pocos años de su llegada fundaron instituciones judías como el Centro Israelita Filantrópico en 1927 y el Colegio Hebreo Unión en 1935. Durante las décadas de los treinta y cuarenta, los judíos que intentaron venir a Colombia se toparon con una serie de trabas legales. Y los que arribaron eran tanto sefardíes como esquenazitas, unos venían de Polonia, Rusia y Rumania, otros de Siria, Egipto y Turquía. No obstante la diversidad de procedencias, fue reducido el grupo de judíos que se estableció en el país, ya que la mayoría debió inmigrar de manera ilegal. La inmigración en esos años, tanto de árabes sirio-libaneses como de judíos a la costa norte a Colombia, fue pequeña y gracias a sus números exiguos (arribaban entre diez y quince personas en cada barco) nunca llamaron de una manera especial la atención de las autoridades inmigratorias. Ahora bien, vale la pena destacar que en Colombia, históricamente, la ilegalidad no ha constituido necesariamente una barrera insalvable. Los inmigrantes que entraron compraron sus visas o mintieron frente a las autoridades. Durante ese periodo Colombia padeció un solapado antisemitismo oficial que fue documentado y analizado por dos destacados periodistas investigativos: Silvia Galvis y Alberto Danadio en su libro Colombia Nazi.
Olas Inmigrantes de Europa a Colombia
En la preguerra surgió un tráfico de visas, resultado de las prohibiciones que se establecieron en torno a la inmigración. Los inmigrantes que ya habían logrado asentarse y que vinieron a Colombia durante la década de los veinte y principio de los treinta, ante las dificultades que vivían sus familiares en Europa, hicieron lo imposible por traerlos legalmente. Sin embargo, el gobierno los obligó a depositar en el Banco de la República la elevada suma de mil pesos para empezar las diligencias legales (en otras palabras, unos once mil dólares de hoy día) lo que hacía particularmente difícil y onerosa la traída de cualquier pariente al país. La angustia los llevó a trabajar en forma tesonera y a ahorrar para pagar la suma que demandaba el Estado para comenzar unos trámites que, no necesariamente, garantizaban la admisión de los suyos. Los que llegaban debían jurar que eran mecánicos agrícolas o expertos en aguas o riego, cualquier profesión o práctica, pero nunca la del comercio, la única que en verdad podían ejercer. El Ministro de Relaciones Exteriores de la época, Luis López de Mesa, quien gozaba entre los círculos de poder de una indiscutible fama de "sabio" fue el artífice de esta visión discriminatoria. Estudios como el del sociólogo Carlos Uribe Celis, titulado Luis López de Mesa, aproximación crítica a su obra, permite entrever las concepciones racistas y xenófobas de este personaje. Era claro que López de Mesa consideraba inconveniente la inmigración de judíos dadas “sus costumbres invertebradas de asimilación de riqueza por el cambio, la usura, por el trueque y el truco, sin arraigar en las actividades de su producción y transformación”. Las absurdas teorías racistas de López de Mesa lo llevaron a emitir una circular el 30 de enero de 1939 a todas las embajadas donde subrayaba: “Considera el Gobierno que la cifra de 5.000 judíos actualmente establecida en Colombia constituyen [sic] ya un porcentaje [sic] imposible de superar [...] opongan todas las trabas humanamente posibles a las visas de nuevos pasaportes a elementos judíos”.
Frente a dichos prejuicios y, bajo condiciones inciertas de sospecha, llegaron los pocos judíos europeos que empezaron a residir en el centro de Colombia. Aun cuando existió un antisemitismo oficial que dificultó su entrada y la de sus familiares al país, también hay que decir que Colombia, desde los días de la Conquista, acuñó y volvió propia la famosa frase del conquistador Sebastián de Belalcázar: "se obedece pero no se cumple". Y por más que los decretos prohibieran la entrada de judíos o que llegarán con papeles falsos no se registraron denuncias, devoluciones o extradiciones de quienes consiguieron ingresar al territorio nacional. Colombia siempre ha mantenido una actitud ambivalente y discrepante con sus propias leyes, y los colombianos se mueven sin problemas entre un país legal y otro real. Por lo tanto, los judíos a pesar de su ilegalidad, pudieron desarrollar una vida judía sin mayores dificultades y crearon instituciones como sinagogas, colegios, revistas, clubes, carnicerías para sus dietas religiosas, cementerios y pudieron crecer y prosperar dentro de la cultura que traían de Europa y el Medio Oriente. Ahora bien, estos judíos, a pesar de las condiciones precarias con que llegaron, gracias al tesón y empuje dejaron una gran huella sobre la realidad colombiana. En 1941 se calculaban en 6.000 la población judía en todo el país. Lo que impresiona de esta inmigración, al igual que la de judíos procedentes de Curazao a Barranquilla, es que, a pesar de su pequeño tamaño, transformaron y ayudaron a modernizar a Bogotá y a aquellas ciudades en que se asentaron en Colombia. Fabricaron lo que el presidente Alberto Lleras Camargo calificó en un artículo que escribió a propósito del libro de crónicas de la época Yo vi crecer un país de Simón Guberek, como: “Una humilde revolución”. Sin duda, como anota Lleras Camargo, fue una tarea que si se hubieran impuesto realizar en forma deliberada, a lo mejor no habrían logrado con tanto éxito. Los famosos quincalleros, buhoneros o clappers, como se llamaban en yiddish, con sus pesadas maletas y sus ventas a plazos, instituyeron un sistema de confianza en una república que desconocía esta práctica. Lograron que por primera vez se dejara de distinguir a las personas simplemente por sus vestiduras. En la década de los treinta y principios de los cuarenta todavía se habla con desprecio del "ruaneta" (el hombre que usaba ruana). Colombia era un país marcado por una estructura social donde el vestido era claramente indicador de la clase a la cual se pertenecía. Y para ser llamado "doctor" en las décadas de los veinte y treinta bastaba calzar zapatos y vestir paño inglés. Ante una Bogotá parroquial e intolerante, con una movilidad social tan precaria, los judíos le permitieron a una clase humilde, confundirse con las clases pudientes y establecieron el crédito en una tierra, donde era ajeno desde la llegada de los españoles. En palabras de Alberto Lleras Camargo:
Inventaron el crédito a personas que siempre se juzgaron insolventes, tal vez porque lo eran. Después de colocar los artículos, establecían una tabla mínima de pagos semanales, cincuenta centavos, un peso, y volvían cada domingo (jamás el sábado sagrado, a pesar de ser día de pagos) a recaudar su crédito de confianza a esos millares de personas humildes, artesanos, empleados domésticos, obreros no calificados, por todos los barrios pobres. Y no sólo en ellos sino buscando en la capa más pobre de la burguesía su clientela. Y vistiéndola, y cambiando poco a poco la faz de una nación de campesinos en algo mejor, menos pintoresco, más uniforme, pero también más igualitario.
Es evidente que los cambios que generaron no pasaron inadvertidos entre la burguesía bogotana; por ello, pequeños grupos a finales de la década de los cuarenta, lo entendieron como una amenaza y provocación a las buenas costumbres y tradición cristiana. En 1946, se vivieron instantes preocupantes: el partido conservador colombiano, que simpatizó con el nazismo y con el fascismo español, incitó a sus seguidores a que apedrearan el comercio judío, localizado sobre la carrera séptima. A pesar del susto y las dificultades, el incidente no pasó a mayores. El mundo de estos inmigrantes, los miedos que tuvieron que vivir y que encontraron, están retratados en la obra literaria de uno de los judíos de esta inmigración, Salomón Brainski en Gente de la noria: cuentos bogotanos escrito en 1945. Brainski era un inmigrante de D'zelechow, Polonia a quien le tocó la experiencia de ser buhonero en Bogotá. En el café Sherman, el café que fundaron los judíos en la ciudad y en el cual se reunían para jugar naipes y ajedrez, Brainski escuchaba en forma regular las experiencias de otros quincalleros. La vida literaria en aquellos días rotaba alrededor de salones que combinaban la tibieza acogedora de las cafeteras con el ruidoso golpe de las carambolas de sus billares. En estos cafés, conoció a los escritores de la época, entre ellos al poeta Luis Vidales, uno de los primeros vanguardistas de Colombia, a quien interesaron sus historias. Como Brainski escribía en yiddish, decidieron traducir los cuentos. Los relatos de Brainski, en el español de Vidales, impresionan: son simples, pero revelan a un país provinciano que se mantenía alejado del extranjero. La obra de este escritor gana un espacio en la literatura colombiana por ser uno de los primeros narradores urbanos, pues las novelas que se escribían en la época se centraban en mundos rurales. Había muy pocos cuadros que pintaran la ciudad y la gente que residía en los barrios de invasión, que brotaban de las montañas de la capital. Los cuentos de Brainski son pioneros al describir las angustias y dificultades de aquellos habitantes. Según el poeta Vidales: "No hay en su manera de contar nada extraño, nada artificial; únicamente el secreto que surge de las costumbres diarias de las gentes humildes, en discurrir natural, lógico y realístico". Brainski retrata el miedo y a su vez la gentileza de un pueblo, que no estaba acostumbrado a ver foráneos. Nos dice en su cuento Vidas truncas:
Cada día se veían más de esos "alemanes", "rusos", "polacos", de esos "misteres" encorvados bajo el peso de sus mercaderías, que golpeaban de puerta en puerta ofreciendo sus productos a plazos. No era igual el trato de la población para esta gente. "Gringos" decían unos, "ladrones" decían otros y "pobrecitos" se arranca una que otra vez un suspiro de alguna mujer, sobre el destino de esta gente desarraigada de sus tierras y hogares en busca de un pedazo de pan.
Salomón Brainski es el primer escritor que dibuja un mundo judío en Colombia y uno de los primeros escritores urbanos del país. Ahora bien, el nacimiento del Estado de Israel en 1948 ayudó a mitigar los miedos y el antisemitismo o cualquier manifestación displicente que pudiera surgir tanto en la prensa como en la realidad nacional. Indiscutiblemente, este hecho tranquilizó a los judíos en el mundo. Colombia, frente al nacimiento del Estado judío como siempre tomó una posición ambigua, no se contó entre los países que apoyaron la creación de Israel; en la votación de 1947 en las Naciones Unidas, se abstuvo. Durante la década del cincuenta la inmigración a Colombia de judíos se redujo y estuvo compuesta básicamente por personas que se salvaron de la guerra y que sobrevivieron a los campos de concentración. Venían en busca de sus familiares ya radicados en una de las ciudades del país.
Realidad actual: inseguridad y emigración
A partir de la década de los sesenta, la participación de la comunidad judía en la realidad nacional fue activa y se vio reflejada en todos los ámbitos nacionales: comercio, industria, medicina, ingeniería, en las universidades, tanto en las ciencias como en las artes. Aun en la política han comenzado a surgir y a participar personalidades judías, campo en el cual siempre fueron temerosos y parcos en coadyuvar. La realidad de las comunidades judías se ha ido identificando cada vez más con el de las clases medias y dirigentes del país y, por consiguiente no podía ser diferente a éstas. En pocas palabras, comenzaron a padecer y a ser víctimas del flagelo que ha marcado a Colombia: la violencia. Debido a que ésta ha aumentado y que el secuestro se ha convertido, a partir de la década de los setenta, en un mecanismo de financiación de la guerrilla, muchos miembros de la comunidad fueron blanco de este crimen. Y aunque, se puede decir que en Colombia todas las familias del país en forma directa o indirecta han resultado tocadas por la violencia, lo mismo se puede afirmar de miembros de la comunidad judía. Ante, tales circunstancias muchas familias comenzaron a preferir que sus hijos realizaran estudios superiores en el exterior. Poco a poco, las nuevas generaciones empezaron a labrar un futuro y destino diferentes, separados del de sus padres; situación que llevaría paulatinamente al abandono del país y a que el número de personas de la comunidad esté disminuyendo en forma sucesiva.
La violencia los esta desterrando de Colombia
Ahora bien, no sólo los miembros de la comunidad judía en la última década han comenzado a dejar el país. También es cierto que las clases medias, los profesionales, los industriales y comerciantes de Colombia han optado por solicitar en forma masiva, especialmente en los últimos años, visas de residentes en el exterior, hecho que ha sido reportado por la prensa nacional en forma continua y detallada. Los detonantes para esta emigración masiva han sido múltiples: la recesión económica que vivió Colombia durante el gobierno de Samper, los secuestros masivos, la Ley 002 de la guerrilla o las FARC -que extorsionan a aquellos con un capital superior al millón de dólares- el fracaso del proceso de negociación del gobierno del presidente Pastrana, así como la corrupción de los organismos de seguridad del Estado. Frente a la adversidad, se calcula que dos millones de colombianos han abandonado el territorio nacional en los últimos cuatro años en busca de mejores destinos y de mayor seguridad. Por cierto, actualmente hay más colombianos en Israel, que judíos en Colombia. Se calcula que hay 15.000 colombianos en Israel.
En el caso de la comunidad judía, el secuestro y posterior asesinato en 1998 del joven Benjamín Khoudari, miembro de la comunidad sefardí de Cali, por parte de personas vinculadas al Ejército Nacional, asustó y precipitó la salida de buena parte de la judería. Nunca la comunidad contó con más de siete mil miembros, aun cuando en algunas enciclopedias y libros se hablaba de una cifra de diez mil judíos en Colombia. Para comprender la dimensión de la crisis que se vive actualmente es bueno tener en cuenta algunos indicadores institucionales que reflejan su dimensión. En una entrevista con Marcos Peckel, miembro de la junta directiva del Centro Israelita de Bogotá, sostenía que durante la década de los setenta el Colegio Colombo Hebreo de Bogotá contaba con 730 alumnos. En la década de los ochenta las cifras oscilaron entre 600 y 500 matriculados. En 1998 el Colegio contaba con 450 alumnos y al año siguiente del caso Khoudari sólo tuvo 350 estudiantes. A lo largo del año 2000, se retiraron 60 alumnos. Se calcula que el Centro Israelita de Bogotá, la institución más numerosa de la ciudad perdió un 25% de sus miembros, la Comunidad Hebrea Sefardí de Bogotá cerca de un 30% y la Asociación Israelita Montefiore, la comunidad más liberal y de origen alemán, un 15% de sus miembros. El Carmel Club Campestre pasó de 550 familias asociadas para solo contar con 265 socios.
Ahora bien, el 60% de los miembros que salieron del país emigraron a Miami; el 25% a Israel; el 10% a Costa Rica y el 5% a otros países. Por lo tanto, uno de los hechos más manifiestos de esta migración viene a ser que es la primera que se produce de familias enteras con hijos en edad escolar. Otro dato significativo surge con el último censo que se realizó entre la comunidad de Bogotá, que ya cuenta con menos de 3.000 miembros. La edad promedio que se estableció es 48 años, una edad muy elevada y, que según los expertos en demografía, vaticina una situación difícil para el año 2015, cuando se calcula que probablemente la comunidad se habrá acabado. A pesar del difícil panorama, muchos miembros de la comunidad judía intentan ser optimistas. Miran al pasado y sostienen que sus padres y abuelos pudieron mantener una vida comunitaria e instituciones judías con una población más pequeña que aquella con la cual se cuenta actualmente. Por lo tanto, guardan la esperanza de que la comunidad persista y pueda seguir adelante. Sin embargo, la incertidumbre que ciñe la realidad nacional aprieta en forma despiadada a las comunidades judías. Indiscutiblemente, la historia nos enseña, que si estas comunidades desaparecen del país en unos cuantos años podremos apreciar la pérdida lamentable para el desarrollo de Colombia.
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Pour citer cet article
Azriel Bibliowicz, « Intermitencia, ambivalencia y discrepancia: historia de la presencia judía en Colombia », Amérique Latine Histoire et Mémoire, Numéro 3-2001 - Migrations en Colombie , [En ligne], mis en ligne le 3 octobre 2005. URL : http://alhim.revues.org/document535.html. Consulté le 13 décembre 2007.
Quelques mots à propos de : Azriel Bibliowicz
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