Judío revolucionario
Reeditan 'Yo vi crecer un país', del industrial Simón Guberek.
La historia del industrial judío Simón Guberek, que llegó en la primera mitad del siglo pasado al país, es el mejor ejemplo de una vida forjada a punta de tesón. El tiempo parece haberle alcanzado para cumplir todos sus sueños. Así lo plasmó en sus memorias 'Yo vi crecer un país', cuya reedición presentaron hace pocos días sus familiares, en el Centro Israelita de Bogotá, con motivo de cumplirse los 80 años de la llegada de su padre y abuelo a tierras colombianas.
Corría el año 1929, cuando un joven polaco, de 26 años, atracaba en el puerto de Barranquilla. Un pequeño maletín con su ropa y el sueño por un futuro mejor para su familia eran su única compañía.
Con la ayuda de algunos paisanos de la comunidad, que le fiaron telas y zapatos, entre otras mercancías, el joven inició lo que luego se convirtió en una próspera empresa. Vendía sus productos de puerta en puerta en barrios como Las Cruces de Bogotá, en compañía de un joven que le ayudaba a cargarlos. Con el tiempo, el negocio se fue expandiendo a lo largo del país.
De esta manera, a lomo de mula, el empresario recorrió el territorio nacional y les enseñó a las poblaciones menos favorecidas que podían acceder, a cuotas, a prendas que parecían inalcanzables. "Judíos como Guberek inventaron el crédito a personas que siempre se juzgaron insolventes, tal vez porque lo eran", recuerda en uno de los prólogos su amigo, el ex presidente Alberto Lleras Camargo.
A diferencia de otros empresarios, el motivo principal de Guberek por hacer fortuna no era otro que sacar de Polonia a la mayor parte de su familia, para ofrecerles una vida más digna. "Mi papá logra traer a dos hermanas, unos cuñados y unos sobrinos. Logró salvar lo que más pudo del Holocausto. Sin embargo, no logró traer a su mamá, quien se encontraba en Varsovia", recuerda su hijo Isaac.
Esa cualidad de miembro incondicional de familia, la asimiló como una filosofía de vida, que luego proyectó a toda su comunidad. "El judaísmo era parte primordial de su vida. Se preocupó mucho de que se creara una comunidad judía que tuviera posibilidad de acceso a su religión, a su educación, a una vida cultural y de servicios", agrega su heredero.
Si bien, ese empuje emprendedor judío le permitió alcanzar una estabilidad económica, las dos grandes pasiones de Simón Guberek fueron la escritura y el fútbol. Isaac recuerda que su padre "se levantaba a las 4 de la mañana y se sentaba a escribir en su máquina de Yiddish (idioma materno) antes de salir para el trabajo. A lo largo de su vida escribió artículos de economía y de sus viajes, que publicó en diarios como EL TIEMPO y La República".
Pero su relación con el fútbol mereció un capítulo especial en la vida. En su corazón siempre hubo espacio para dos equipos: el Hapoel, de Tel Aviv y Millonarios. El primero lo fundó con unos amigos en 1925, cuando trabajó como obrero en la construcción de carreteras en lo que se denominaba Palestina (hoy el estado de Israel), la primera vez que salió de Varsovia en busca de mejores oportunidades.
"Mi papá me llevaba a los almacenes Sears (sector de Galerías), en donde quedaba el Hipódromo de Bogotá, a ver jugar al Deportivo Municipal (hoy Millonarios), del que llegó a ser su vicepresidente", recuerda su hijo.
Al recordar la evolución del país "en las páginas del libro de Guberek, sé que muchos latinoamericanos tendrán un gesto de gratitud hacia esos judíos, errantes como nadie, con su saco al hombro, repartiendo lo que España negó a los criollos, lo que el proteccionismo republicano negó a los patriotas y el librecambismo del 48 reservó a la oligarquía", concluye en su escrito el ex presidente Lleras Camargo.