Aunque en 1919 La República anunciaba en Barranquilla la presencia de “una partida de hombres de sotana que dicen llamarse sirios”, las típicas indumentarias del Medio Oriente fueron más bien escasas, y pronto desaparecieron del vestuario sirio-libanés. El aprendizaje del castellano fue un medio fundamental de supervivencia. Y si en los padres podía descubrirse el acento extranjero que servía para identificarlos y hasta para hacer mofa de su origen, el árabe había sido generalmente abandonado por los hijos, muchos de ellos nacidos de matrimonios mixtos. Por lo menos uno de cada seis de los padres de familia árabes registrados en la guía de Mattar, en 1945, estaba casado con colombiana.
Otras circunstancias, además, sirvieron para asimilar culturalmente a un grupo humano que en principio estaba tan lejos de América. La religión, por ejemplo, no fue mayor obstáculo. Cristianos maronitas, en su gran mayoría, los sirio-libaneses encontraron en el catolicismo una religión afín a sus creencias. Así mismo, algunas similitudes en la estructura familiar, e inclusive en la geografía, sirvieron para reducir las distancias culturales.
Una vez iniciado el proceso de inmigración, el tránsito de los sirio-libaneses a Colombia se facilitaba por la existencia de red de parientes y amigos. A través de estos lazos de fraternidad, por ejemplo, Elías Saer Kayata encontró inmediata hospitalidad y trabajo. Tras su llegada a Barranquilla, en 1924, la ayuda de un policía le condujo al almacén del inmigrante palestino Elías Muvdi, quien, a su turno, lo llevó al hotel Victoria, “de propiedad de un árabe de apellido Chamie" 34 Al día siguiente, Saer Kayata tomó el vapor que lo llevó hasta Calamar, donde le esperaba su pariente Bechara Saker, quien le acompañó mientras tomaba el tren hacia Cartagena. En Cartagena se alojó en casa de la familia Chagui, y de allí siguió hasta Cereté, donde permaneció tres meses en casa de una tía antes de abrir el almacén en Ciénaga de Oro.
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Almacén Félix Chamié de Damasco, Siria, quien se estableció en Ocaña desde 1906 (Tomado de: El libro azul de Colombia). |
“En todos esos pueblos en que viajé encontré paisanos”, recordaría Jorge Baladí años más tarde, mientras rememoraba sus correrías por Colombia tratando de vender los productos de la fábrica de confecciones de la familia. A las redes de parientes y de “paisanos” sucedieron organizaciones más formales, instituidas con el objeto de defender los intereses de la “colonia siria” y fomentar la mutua ayuda de los miembros asociados. Así se establecieron, entre otras, la Sociedad Siria de Beneficencia de El Banco (1929) la Unión Libanesa de Beneficencia en Barranquilla (1934) y la Unión Libanesa-Siria en Cali (1935)
El fenómeno de la inmigración sirio-libanesa coincidió en su apogeo con un período de extraordinario crecimiento de la economía mundial, del cual se benefició también la economía colombiana. La expansión de las exportaciones de café, y en menor medida de las exportaciones de banano y petróleo, ofreció enormes oportunidades a la economía nacional. A la reactivación del comercio y de la agricultura, siguieron los primeros ensayos de industrialización, la mejora en los transportes y una mayor integración del mercado interno. Y en este proceso, los sirio-libaneses representaron un papel instrumental de enorme significado.
La maleta llena de mercancías, que, segun Héctor Rojas Herazo, se identificaba con la “historia viviente del libanés” , muy pronto le dio paso al almacén. Tanto en sus actividades de buhoneros como de mercaderes establecidos, los sirio-libaneses se destacaron entre las principales “ruedas del comercio” colombiano que exploraban basta los más recónditos mercados de la geografía nacional. Un mapa que localizara las redes comerciales de los sirio-libaneses destacaría su presencia no sólo en los puertos de la principal arteria del país de la época, el río Magdalena, sino también en otras rutas de menor importancia, como el Atrato o el San Jorge, así como en los emergentes centros comerciales de la frontera llanera. En todos los casos, los sirio-libaneses comerciaban con una variedad enorme de productos. El caso de J. Abisambra es quizá típico. Desde Ayapel, Abisambra se dedicaba a la “venta permanente de mercancías, drogas, ferretería, artículos de escritorio y granos del país”, a la “compra permanente de ganado de toda clase y de todas las edades”, y de “arroz trillado y en blanco, maíz, manteca, y mader aserrada”
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Pareja árabe en ambiente familiar típicamente árabe, en la costa Atlántica en 1933 (Colección privada). |
En su papel de prestamistas, los sirio-libaneses contribuyeron además a la expansión del mercado en unas dimensiones que merecerían un tratamiento más exhaustivo que el que permite este breve ensayo. Las ventas a plazos y la popularización del crédito no sólo significaron una “revolución” en los métodos comerciales, sino que estimularon el crecimiento del consumo. En este sentido, sus prácticas no parecen haber diferido mucho de las introducidas contemporáneamente por los inmigrantes judíos descritas por Simón Guberek o por Alberto Lleras, quien narra cómo, gracias a los llamados “plazos polacos”, el pueblo bogotano pudo comenzar a calzarse
Aunque el comercio tendía a ser la actividad que predominaba entre los inmigrantes sirio-libaneses recién llegados a Colombia, hay que advertir que desde muy temprano se destacaron también en casi todos los campos de la economía. A finales del siglo XIX, por ejemplo, Salomón Abuchar poseía tierras baldías en la región del Atrato, donde se dedicó, entre otras actividades, a la explotación del caucho. Años más tarde, los Abuchar hacían sociedad con miembros de la familia Meluk, con el fin de explotar una plantación de caña de azúcar. Más prominente aún parece ser la presencia de los sirio-libaneses en el emergente sector industrial de algunas regiones del país: bolsas de papel, artículos de cuero, textiles y jabón eran algunos de los bienes producidos en sus fábricas en Barranquilla, Cartagena y Ciénaga en los decenios de 1930 y 1940.
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33 La República, Barranquilla, 15 de enero de 1919. (regresar33)
34 Breve historia del emigrante árabe Elias Saer Kayata”. (regresar34)
35 En ‘Experiencias de tres árabes en Colornbia. (regresar35)
36 Los estatutos de estas entidades se encuentran en el A.N.C., Ministerio de Gobierno, Sección 4a., Justicia (17), 1929/243; (30), 1934/289-306; y (34) 1935/0311. (regresar36)
37 Héctor Rojas Herazo, Respirando el verano, pág. 43, citado por 1. Garcia lista, “100 años buscando por la segunda patria’, en El UniverSal, Cartagena, 20 de mayo de1984. (regresar37)
38 Alef, Santa Maña (8-10), enero-marro de 1939, pág. 12. (regresar38)
39 Véase Alberto Lleras, Mi gente, Bogotá, 1976, págs. 120-121, y Simón Ouberek, Yo vi crecer un país, Bogotá, 1987, vol. 1, págs. 39-45. Lamentablemente, no costa¡nos con descripciones similares para la INmgracton sirio-libanesa. (regresar39)