MÁS DE UN SIGLO DE ÁRABES EN EL TRÓPICO
El primer turco que llegó a Colombia, dentro de la migración masiva de sirios, libaneses y palestinos que arribaron al país a fines del siglo XIX, se llamaba Moisés Hattem.
Dicen que viajó con dos dólares en el bolsillo; recorrió el Mediterráneo; estuvo en Nueva York y de allí saltó a Barranquilla. Viajó luego a Cartagena y llegó a Lorica, cuando este pueblo hacía parte del Bolívar Grande , cuenta el ex senador Francisco José Jattin, descendiente directo de ese árabe pionero.
Era 1880 cuando el hombre llegó a Lorica y se estableció para siempre en esta tierra sabanera. Venía huyendo de la represión del imperio turco que había extendido sus dominios hasta el Líbano.
A los primeros inmigrantes no les gustaba que les dijeran turcos -afirma la escritora Soad Louis Lakah, quien está terminando de escribir un libro sobre los árabes en Colombia-. Es que, a quién le va a gustar que lo llamen como aquel que está matando y saqueando a su familia? La expresión turcos , de todos modos, no tenía una intención peyorativa, sino que obedecía a una realidad muy simple: los recién llegados eran parte del imperio otomano, y su único documento era su pasaporte turco.
Como Moisés Hattem (décadas después españolizado a Jattin), desde 1880 hasta comienzos del siglo XX pudieron llegar decenas de miles de sirios, libaneses y palestinos, sobre todo los dos primeros. Entraron por Barranquilla y Cartagena, remontaron el Magdalena y terminaron dispersándose por los pueblos ribereños del Sinú, del San Jorge y del Cauca. Otros se fueron a buscar oro al Chocó, y algunos, no muchos, alcanzaron el Huila y los Llanos Orientales.
La enorme mayoría, sin embargo, se quedó en la costa Caribe. Y el lugar donde definitivamente impusieron su presencia y hasta se hicieron mayoría fue Lorica (Córdoba), el pueblo árabe por excelencia de Colombia.
Según Soad Louis, hija de inmigrante sirio, la travesía del Oriente Medio hasta el trópico fue casi una epopeya. El periplo era como para desestimular a cualquiera: cruzar el Mediterráneo, Chipre, Grecia, Francia y después el norte de América, para entrar al Caribe y penetrar en Suramérica , dice.
Muchos salían sin saber dónde iban a parar. Por eso, en ese itinerario, grandes cantidades de familias y de hombres solteros se fueron quedando en Nueva York, en México, en Colombia o llegaron hasta Brasil, país que tiene la mayor población de sirio-libaneses de América.
Según los registros de la Cámara de Comercio y de la notaría de Lorica, una buena cantidad de los que se asentaron aquí eran analfabetas. Eso sí, eran unos estupendos mercaderes, como buenos descendientes de los fenicios, el pueblo más comerciante del Mediterráneo antiguo.
Desde entonces, Lorica es como una especie de capital sirio-libanesa, donde lo oriental se fundió perfectamente con lo costeño, y donde los niños son levantados con quibbe y arepa de huevo. Y con la infaltable Kola Román.
Lorica llegó a ser tan importante que hizo languidecer la actividad comercial de la poderosa Cartagena. Montería era entonces un simple caserío.
En menos de tres décadas, los árabes se quedaron con todo el comercio en las sabanas costeñas por medio de estrategias como el fiado de paños ingleses y olanes suizos y la venta casa por casa, y pueblo por pueblo.
A medida que fueron amasando fortuna empezaron a incursionar en actividades industriales como fabricación de hielo y de mantequilla, en droguerías, y en la compra de tierras y ganados.
Se puede decir que industrializaron Lorica con fábricas de jabón, velas y molinos de arroz -dice el historiador Jesús Eduardo Manzur-. Esto ocurrió entre 1935 y 1960 aproximadamente. A Alemania exportaban grasa de cerdo y a Estados Unidos raicillas. También trajeron los primeros cinematógrafos .
Fue por esa época que comenzó su fama de tacaños y que empezaron a surgir los cientos de chistes sobre esa característica que aún hoy subsisten. Ellos no eran cujíes (el término que se acuñó para la tacañería sirio-libanesa) -aclara Louis-; es que tenían miedo de perderlo todo de nuevo, como ya les había pasado con los turcos. Por eso ahorraban .
Para la tercera generación (años 50) ya eran un grupo económico muy fuerte, que respaldaba a los gobiernos conservadores (en hegemonía de 1885 a 1930) y que tenía hijos graduados en universidades de Bogotá, Medellin y Barranquilla. Es esa generación la que da el salto a la política, otra de sus actividades más características, y en la que varios de ellos han dejado imágenes tristemente célebres de cacicazgos y clientelismos.
Esa misma generación, sin embargo, fue la que empezó a mostrar los enormes aportes de la cultura árabe a Colombia, con nombres imprescindibles como Olga Chams (Meyra Del Mar), Raúl Gómez Jattin, Giovanny Quessep y Jorge García Usta, en poesía; David Manzur, en pintura, y Juan Gossaín y Yamid Amat, en periodismo. Y en música, será la quinta generación la que alcance la universalidad con Shakira.
Ya casi nadie los llama turcos , porque ahora son más costeños que la cumbia y el vallenato. Por esa misma razón ya nadie se burla de los enormes esfuerzos idiomáticos que hacían los primeros inmigrantes, cuya lengua (el árabe) no conoce la letra pe. Por eso, hace mucho tiempo dejaron de llamarlos baisanos .
- Autor
- ROBERTO LLANOS RODADO Redactor de EL TIEMPO
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