El desarrollo de Barranquilla es ajeno a muchas de las características urbanas de la Colonia. Además de El Prado, hay referencias a otros barrios. Al San José, extramuro de clase media baja , como lo llamó Julio Olaciregui, cuya vanidad se sintió halagada al descubrir la mención a su barrio en la obra de Marvel Moreno. Y al barrio Abajo, donde, según la novelista, ninguna mujer blanca había puesto nunca los pies . Por lo demás hay que advertir que el carnaval, esa fiesta en que hombres y mujeres ...] en la batalla de flores, todos pintorreteados echan maizena y beben a pico de botella , transcurre en espacios públicos donde los papeles sociales se invierten. Las comparsas de los clubes ganarían notoria espectacularidad desde fines de la década de 1970; pero en 1959, bajo el reinado de Marvel Luz, el verdadero espectáculo ocurría el sábado de carnaval, el día cumbre de la festividad, en la batalla de flores.
Además de las referencias geográficas, a las calles y vecindarios de la ciudad, la novela de Marvel Moreno evoca otras características que permiten identificar con claridad a Barranquilla. Repite el mito de su fundación, de ese lugar donde llegaron las vacas... huyendo de una sequía , y obligaron así a sus propietarios a instalarse en aquel infierno tres siglos atrás . Repite esa idea sobre la ciudad, desafortunadamente popularizada, la de ser un ardiente caserío sin historia . En la descripción de los personajes y sus contornos surge también el retrato de una ciudad de inmigrantes. Abundan los extranjeros: judíos de la Calle del Comercio, enigmáticos franceses evadidos de Cayena, alemanes y españoles, italianos como Giovana Mantini, los chinos que trabajan en el kilómetro dos, también los hay nacionales: de Sabanalarga, de Usiacurí, de Cartagena, de La Guajira, o del interior andino, como el doctor Vesga, un santandereano que se había refugiado en Barranquilla... huyendo de la violencia . Pero hay así mismo vacíos: no hay turcos , una omisión de interés si se tiene en cuenta que, entre todos los grupos de inmigrantes que llegaron a Barranquilla, los sirios, libaneses y palestinos fueron los más numerosos. Tampoco hay vallenatos, quienes se integraron con muy buen éxito en la elite de la ciudad.
El cuadro de Barranquilla lo complementan otras referencias también explícitas, como el clima, inconfundiblemente tropical excepto por la ausencia de aguaceros. Pero hay alusiones al ardiente resplandor de la mañana , al calor feroz y, por supuesto, a las brisas de diciembre que ponían un sabor de sal sobre la vajilla . Hay así mismo alusiones a algunas costumbres de los tiempos de las abuelas los castigos con la penca, a las diversiones de los adolescentes el prohibido juego de la botella , a los periódicos de la ciudad El Heraldo y el Diario del Caribe, y hasta algunos alimentos y bebidas del folclor local: el ron blanco, las arepas, los chicharrones y los huevos de iguana. Hay finalmente alusiones que evocan olores familiares: el pañuelo apestado de Menticol , el Flit que Berenice rociaba con una bomba roja apenas se anunciaban en el atardecer las primeras nubes de mosquitos .
Marvel Moreno nos revela una gran pasión por la ciudad, una contradictoria pasión que parecería traducirse con frecuencia en profundo rencor y hasta desprecio. Barranquilla se le antoja entonces como un enorme cementerio, un lugar de desolación y ruina . Es aquella ciudad que tenía necesidad de tan poca cosa para hervir de maledicencia . Los inmigrantes extranjeros se habían instalado allí contra su pesar . Gustavo Freisen aborrecía la ciudad. Giovanna Mantini solo pudo sentir horror a su llegada, cuando comenzó a apreciar las enormes diferencias entre Turín y Barranquilla: frente a sus ojos se extendía ahora un río de color de fango, inmenso, despidiendo un tufo podrido de caimán, de animal muerto, de mangles descomponiéndose desde el comienzo de los siglos .
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Otras descripciones de Barranquilla no ofrecen este cuadro tan desolador, de extrema pobreza cultural y artística. Entre quienes visitaban Barranquilla, muy pocos se llevaron las favorables impresiones de ese viajero anónimo que, tras ocho meses de residencia en la ciudad en 1893, retrató un mundo donde el amor por la lectura está tan desarrollado que es muy rara la persona que no tiene entre sus manos un libro , donde había gran afición por el teatro, y donde los conciertos y las veladas eran frecuentes. Ni todos tenían la oportunidad, ni quizá tampoco el deseo, de encontrarse con esa bohemia resplandeciente , ese grupo de intelectuales y poetas con quienes Porfirio Barba Jacob leía a Darío y a Carlos Marx, a Valencia y a Edgar Quinet . Estas ocasiones podrían quizá considerarse como excepcionales en una ciudad caracterizada tradicionalmente como fenicia . O como las expresiones de un pasado glorioso y ya perdido que se percibe en esa nostalgia de una cultura olvidada recreada por Marvel Moreno.
Pero la cultura no estuvo totalmente ausente en el pasado barranquillero. Ni es posible identificar una edad de oro que marcara de forma extraordinaria la vida intelectual y artística de la ciudad. A pesar de sus obvias limitaciones, sorprenden las manifestaciones culturales de Barranquilla que, con alguna periodicidad, alcanzaron cierto significado. A fines de siglo pasado existía ya un mundillo literario del que se destacó nacionalmente el cronista, historiador y periodista Julio H. Palacio. En la segunda década del siglo veinte apareció la revista Voces (1917-1920) que, bajo la orientación del catalán Ramón Vinyes, tuvo notable influencia en las letras barranquilleras. En 1928 se publica Cosme, la novela de José Félix Fuenmayor. La filosofía tuvo pronto un vocero en Julio Enrique Blanco; y la historia y el derecho en Luis Eduardo Nieto Arteta. A mediados de la década de 1940 se abrió por primera vez una universidad en Barranquilla. La literatura y el arte ganaron renombre con el trabajo de quienes integraron lo que más tarde vino a conocerse como Grupo de Barranquilla Alfonso Fuenmayor, Alvaro Cepeda Samudio, Germán Vargas y, sobre todo, el premio Nobel de la literatura Gabriel García Márquez. Durante la década de 1950 la ciudad vivió momentos culturales particularmente ricos, cuando no había necesidad de añorar pasado glorioso alguno. Desde Bogotá, algunos reconocían esta rica actividad en el arte, en la música, y en la literatura. Las paradojas de la vida cultural de la ciudad fueron muy bien descritas por García Márquez cuando, al reseñar el primer libro de cuentos de Cepeda Samudio en 1954, observaba que en Barranquilla donde las apariencias indican que no se lee, ...] hay tres librerías en las que Faulkner se agota en 48 horas (...) Rompecabezas de inmigración Se trata de una sociedad pequeña y simple. Que busca mantenerse pura, a través de la unión entre primos con el fin de evitar el mestizaje. Es también una sociedad secreta , en la que el verdadero poder se ocultaba , y a la cual no pertenecerían jamás del todo los extranjeros. Sus hijos se educan en dos colegios, El Biffi y la Enseñanza, donde sólo entraban las niñas de buena familia o las herederas de los grandes terratenientes de la Costa . Sus miembros se encuentran dominicalmente en la Iglesia del Carmen a las once de la mañana, en la misa que sería de identificación social . Pero, por encima de todo, la comunicación social se sucede en el Country Club, allí donde pertenecer al club constituía el signo por excelencia de distinción .
Una lectura más detenida revela, sin embargo, una sociedad más compleja y contradictoria. Parecería, en efecto, que estuviesen varias sociedades en juego, simultáneamente, aunque en direcciones contrarias: la de Lina Insignares, atada al pasado, llena de evocaciones tradicionales, y la que la misma Lina observa desarrollarse a su alrededor, con todas las señales del cambio y sus aparentes horrores. El propio mundo familiar de Lina no ha sido tampoco inmutable. La línea materna, la de las abuelas, conduce generalmente a las añoranzas de las ciudades más antiguas del litoral Caribe , a los antepasados de la España colonial, a la presencia dominante del catolicismo. Pero la de su padre se mezcla con distantes inmigrantes judíos. Las transformaciones a su alrededor son, por supuesto, más inmediatas y abruptas. En las tres vidas paralelas, cuya trama Lina Insignares desenvuelve en la narrativa, sobresalen los matrimonios con inmigrantes, hijos de extranjeros u oriundos de otras zonas caribeñas. No son todos matrimonios entre una misma clase, ni cerrados del todo al mestizaje. Muchos de los protagonistas practican típicas profesiones de la clase media, como la medicina. O son hijos de gamonales de pueblos cercanos o de industriales. Hay algunos abogados. Pero escasean los comerciantes, la clásica actividad de la burguesía barranquillera. No hay políticos ni gobernantes. La supuesta sociedad hidalga se convierte muy pronto en burguesa, una burguesía que queda en el fondo sumergida en una ciudad de mestizos , llena de arribistas , una ciudad capaz de absorber a inmigrantes, buhoneros y prófugos de Cayena , y hasta los marimberos... que... se dispararían tiros en las calles , en fin, en una sociedad donde nada se perturba , un mundo sin memoria ni pasado .
No existe una historia moderna completa de las elites barranquilleras, de su formación y desarrollo. El historiador del nuevo milenio que quiera acercarse al pasado de la ciudad encontrará en la novela de Marvel Moreno un esfuerzo por retratar círculos de esa sociedad y sus contradicciones en épocas de cambios acelerados, donde los valores tradicionales se confunden con la decadencia o se ven enfrentados al desplazamiento por la irrupción de nuevas fuerzas. Cualquier intento, sin embargo, de identificar exclusivamente la sociedad barranquillera con la sociedad de Marvel Moreno sería por supuesto inadecuado. Se trata aquí de un cuadro apenas fragmentado que, aunque abre puertas hacia un universo más amplio y complejo, se limita a ratos a bosquejar un mundillo muy particular.
Por lo demás, las constantes evocaciones a una sociedad colonial y soñolienta remiten a un espíritu ajeno a ese republicanismo que, por lo general, ha caracterizado a una ciudad cuya formación y desarrollo tiene escasísimos vínculos con el pasado colonial como lo reflejan su tardío significado urbano, su temprano apego por el comercio y el ethos capitalista, su arquitectura, esa misma memoria efímera que resalta Marvel Moreno, y hasta la composición de sus elites. Es cierto que a esta sociedad se incorporaron algunas familias de viejas ciudades coloniales Cartagena, Mompós o Santa Marta, de donde trajeron sus baúles y recuerdos. Pero, a mediados del siglo veinte, es difícil identificar la existencia de esas viejas familias que se retratan en la novela, ancladas en un supuesto pasado colonial, creyéndose parientes de Alfonso XIII , y rodeadas de óleos que las remontaban a la corte española. Y si existían, no creo que fuesen representativas de una elite que históricamente supo acomodar e integrar a tantos inmigrantes, nacionales y extranjeros, quienes muy pronto perdían su condición de extraños. Hay, es cierto, algo de mítico en la idea de la Barranquilla cosmopolita , tal como lo ha sugerido Jacques Gilar. En la ciudad nunca se establecieron masas de inmigrantes, como en Buenos Aires. No obstante, llegaron en números relativamente significativos como para ejercer una notable influencia en su conducta social. Cualquier asomo a la historia de las elites barranquilleras no tardaría en descubrir la presencia evidente de estos extranjeros (...) Embate transformador La formación de las elites durante el siglo XIX se había caracterizado por su extraordinario dinamismo y por grados importantes de movilidad. Y por su relativa apertura. Se destacan así su falta de tradiciones notables: nada duraba allí, nada se perpetuaba . Si algo comenzó a caracterizar a esa sociedad fue su rápida disponibilidad a aceptar lo novedoso, con la que parecía perpetuar su condición de ser una sociedad de aluvión . El reconocimiento de estas características cambiantes no debe negar, sin embargo, la existencia de continuidades, menos visibles pero no por ello desvanecidas del todo. Ellas han recibido muy poca atención. Los relatos de Marvel Moreno invitan a reflexionar sobre la persistencia de lo que podríamos llamar una Barranquilla profunda, en la que logran sobrevivir unas tradiciones a pesar de las olas de cambio, una Barranquilla que absorbe y que no deja absorberse por los inmigrantes, pero nuevamente expuesta al embate transformador del progreso a mediados del siglo XX y quizá, esta vez, con menos fuerzas de resistencia. Marvel Moreno nos descubre aquí un rico horizonte para explorar históricamente. Aunque creo que la realidad descubriría una sociedad tradicional con intereses mucho más diversificados, con círculos decadentes mas también con elementos renovadores, una sociedad más compleja cuya vida no gira solo alrededor de un club social.
La ciudad de Barranquilla, sus elites y su entorno son por supuesto el contexto de ese universo femenino que Marvel Moreno explora de manera más sistemática. Contra ese mundo se vuelcan particularmente los ojos críticos de quien describe con desdén y rechazo a ese círculo de muchachas destinadas a presentarse juntas algún día en sociedad , que se reúnen en las vacaciones a jugar canasta y a bordar toda suerte de trapos inútiles para los pobres , cuyas conversaciones se reducen a repetir chismes y a pasarse disparatadas versiones del acto sexual .
Como la sociedad que lo rodea, es un mundo también en transformación. Que lucha contra las ataduras de la educación religiosa, en una ciudad que siempre se ha tenido por pagana. Un mundo que, por encima de todo, lucha por liberarse de una sociedad dominada por hombres como Benito Suárez, previsible marido despótico, agresor de ancianos, asesino de perras, hacedor de malos versos... hombre calculador que organizaba su violencia con perfidias de cortesano florentino . En un viraje curioso, la lucha de este mundo femenino contra la violencia masculina parecería representar la confrontación entre esa sociedad barranquillera tradicional, envuelta en ensueños, y los elementos externos que la corrompen. Los personajes que agreden al mundo femenino son ca si todos de afuera. O recién llegados. Alvaro Espinoza es un niño mimado de la burguesía cartagenera . Los Freisen son unos franceses medio locos . Benito Suárez es el hijo de una italiana que un buen día se encontró casada con un hijo de un gamonal de Sabanalarga. El barranquillero más genuino de la novela parece ser el padre de Lina Insignares, un abogado para quien la ley es una expresión de respeto , hombre pacífico que jamás había sentido en sus manos el peso de un arma , a quien se le podía siempre ver remontar la calle San Blas en su blanco vestido de lino... sonriéndoles a mendigos, emboladores y vendedores de chucherías . Es una interesante paradoja. Que revela tal vez las pasiones contrarias de Marvel Moreno. La novela que desde algunos ángulos se muestra como un furioso ataque contra las tradiciones de la ciudad, es desde otros la defensa de una sociedad en vías de destrucción. (Fragmento).
EDUARDO POSADA CARBO
hola, soy barranquillero, quisiera saber donde queda la casa de la primera foto,se que la he visto, pero no recuerdo en donde
ResponderBorrarCalle 44, entre carrera 43 y 44
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